Blog de contracorrección irreflexiva sobre antiquehaceres parartísticos

domingo, 10 de enero de 2016

LA LLUVIA EN LA MAZMORRA


 
Durante los tres últimos días del mandato del general Primo de Rivera, la disputa por controlar  un paquete de cartas destinadas a Alfonso XIII, redactadas por algunos de los prohombres más poderosos del país, obligan al escritor Enrique Jardiel Poncela, a una solitaria profesora, a una joven dramaturga y a un sereno de oscuro pasado a convertirse en detectives para realizar una indagación que los conducirá desde los ambientes teatrales y artísticos menos conocidos hasta algunos de los parajes más extravagantes del Madrid de los años treinta: apuestas clandestinas de riesgo extremo, teatros de autómatas, el tráfico de cadáveres con las facultades, asilos de actores, los llamados Cementerios Ambulantes o la vida oculta de la aristocracia más próxima a la monarquía; recorrido que desvelará un entramado trascendental para el futuro del país.

lunes, 9 de marzo de 2015

EL EFECTO TRANSILVANIA

Ahora en edición digital

Palabaristas
Press


http://www.palabaristas.com/colecciones-2/nube-negra/163-2/

¿Se imagina el lector que en el centro de Sevilla, en vez de que el consistorio se hubiera gastado decenas de miles de euros en construir las Setas, un potente grupo inmobiliario hubiese decidido erigir una gran pirámide de inspiración prehispánica?

“El efecto Transilvania”, de Juan Ramón Biedma, nos traslada a una Sevilla alternativa, diferente de la oficial. Una Sevilla en la que la Torre del Oro no brilla precisamente con esplendor y cuyo cielo aparece poblado de inquietantes cometas negras y coronado por un dirigible cuya alargada sombra nos retrotrae a un terrible pasado, no del todo finiquitado y enterrado. 

En los descampados, polígonos, colegios y arrabales de esa Sevilla tan extrañamente esquizofrénica viven, juegan, van a clase y sueñan una pandilla de amigos que, desde el principio de la narración, empiezan a ver, sentir y experimentar fenómenos extraños; lo que no es de extrañar dado que la ciudad de apresta a acoger un espectáculo nada edificante: la ejecución pública de una chica joven, originaria del Perú.

Eme, el protagonista de la historia, es uno de esos personajes singulares que interpreta la vida de una forma distinta a los demás. Recién dado de alta en el hospital, tras haber superado una extraña enfermedad de la que nadie le quiere decir nada, Eme disfruta de la compañía de sus amigos: Paco Ballesta, un cuentista de tomo y lomo; el mexicano Fritz o Tona. Pero, sobre todo, disfruta de la compañía de la enigmática Peña. Mientras le dejan.

Así, cuando Peña desaparezca, el único propósito de Eme será encontrarla y para ello no dudará en utilizar los métodos que considere necesarios, por muy raros y extravagantes que puedan parecer; ni en contactar con los personajes más enigmáticos que imaginarse pueda.

“El efecto Transilvania” es un título capital en la narrativa de Juan Ramón Biedma que, conectando con sus obras anteriores, anticipa tanto los temas y el estilo como a los personajes de sus siguientes novelas. De hecho, a los chavales y algunos secundarios de “El efecto Transilvania” los volveremos a encontrar, unos años después, protagonizando la demoledora y genial “El humo en la botella”, otra de las cumbres narrativas de su autor.  

Protagonistas que son personas al margen, con una visión y una interpretación de la vida absolutamente particular, personal, única e irrepetible. Personajes que podrían protagonizar una película de David Lynch, por ejemplo. Pero siempre en un universo muy reconocible: Sevilla. Una Sevilla, eso sí, que jamás podrías encontrar en una guía turística al uso.

Una Sevilla fantástica y terrorífica que, sin embargo, la prodigiosa capacidad descriptiva de Biedma convierte en una Sevilla muy creíble para quién se atreva a profundizar en sus ominosos secretos. Una Sevilla extraña, pero tan real que, a veces, da miedo. Porque una de las características estilísticas del autor es conseguir que sus libros transmitan sensaciones. Sensaciones físicas: además de contagiar un intenso desasosiego, “El efecto Transilvania” mancha las manos del lector. Las mancha de tizne, de barro y, a veces, hasta de sangre.

Advertido quedas.

domingo, 1 de marzo de 2015

Tus magníficos ojos vengativos cuando todo ha pasado

YA EN LIBRERÍAS





Londres, 1891.
Cuando los propios londinenses denominan niebla asesina a la bruma que lleva varios días asentada sobre la ciudad es que han pasado por muy pocas penumbras semejantes a aquella.
Una oleada de secuestros de niñas, algunas de ellas relacionadas con las primeras personalidades políticas, resulta ser sólo un signo más de la cadena de acontecimientos que amenaza con el desplome del país más importante del mundo.
Cox, un antiguo profesor que vive del desentierro, es encargado de encontrar a un compañero de oficio relacionado con el rapto de una de ellas.
Rambalda, hija del lord Canciller, esta dispuesta a sumergirse en lo más profundo de  los bajos fondos por encontrar a su hija.
Juntos se hundirán en esas catacumbas del mundo victoriano que se nos habían ocultado hasta ahora: el Jardín Zoológico de Aclimatación Hagenbeck, en el que se exhiben nativos de todo el mundo como si fueran animales en reclusión, el más perverso de los Teatros de Variedades, cementerios de prostitutas, la primera huelga de berlinas de alquiler, las singularidades de la prisión de Newgate, las infernales jornadas de los obreros de la fábrica de gas de Westminster, el interior de algunos de los más míseros hogares pero también los primeros grandes almacenes y sus servicios exclusivos para las clases más acomodadas.
Al mismo tiempo, asistiremos al proceso por el que el profesor James Moriarty debe usar los hábitos investigativos de Sherlock Holmes para encontrar a un cómplice desaparecido y el detective consultor Sherlock Holmes empieza a considerar la posibilidad de usar los métodos coercitivos del profesor James Moriarty para hacer frente al más crucial de los casos a los que se haya enfrentado.


martes, 2 de abril de 2013

Vampiros en ebook


Aparece, de la mano de Lcl, esta novela que hace años arrumbé en un cajón y que la insistencia del editor Alejandro Pérez-Prat ha resucitado... Duro fue el trabajo de reescritura, reajuste y edición, necesario para actualizar contenidos y poner el texto original, como suele decirse, a "la altura de los tiempos", pero los esfuerzos -creo- han merecido la pena.
 
Esperando que sea de vuestro agrado e interés, os dejo el enlace a fin de que vayáis entrando en materia:
 
http://literaturascomlibros.es/2013/03/27/el-sueno-del-errante/

Salud!!!

jueves, 13 de diciembre de 2012

Dos horas con Rouco Varela


Larguísima, porque le sobra media hora larga... Bueno está.

Aburridísima, porque cuando se pasan los primeros cuarenta y cinco minutos, durante los que el discurso en plan fábula -claramente inspirado en otras narraciones como AmelieLa Ciudad de los Niños Perdidos e incluso La invención de Hugo- resulta muy interesante, cae en el más tremebundo sopor... Vale.

Fotografía excelente. Quizá demasiado maqueada con técnicas infográficas, pero estéticamente muy lograda... Menos mal.

Música preciosa y, de hecho, lo mejor del evento... Otro puntito a su favor.

Bien construida desde el punto de vista cinematográfico, porque todos nos hacemos cargo de que llevar la metafísica a imágenes no es cosa sencilla y hemos de mostrarnos comprensivos con el reto... Perfecto.

Todo lo daría por bueno -incluso el tedioso metraje- excepto su insufrible pretenciosidad. En el minuto diez de la historia Ang Lee nos promete un relato extravagante, retorcido y maratoniano al final de la cual nos encontraremos nada menos que a Dios. El Gran Jefe. El Alma Mater del cotarro éste. El Menda Lerenda. El Supremo Hacedor. El Supertipo.

Casi nada.

Luego, tras una hora de bote, de tigre, de mar, de bote, de tigre, de mar, de tigre, de bote en bote, y de mar salada (y algún pececito)... Ni Dios, ni nada. Y encima, llegado el cuarto de hora final durante el que esperas mirando el reloj sin cesar que todo llegue a su fin, el cachondo mental de Ang Lee -que no lo tiene claro y tampoco es para menos-, se dedica a destripar su propia creación para explicarnos la película pues da por supuesto que somos estúpidos y no la hemos entendido.

Igual con Rouco el sermón de la montaña éste hasta habría quedado gracioso por descacharrante.

La insufrible vida de Pi. Amén Jesús.

jueves, 22 de noviembre de 2012

Interruptus: "La ciudad vestida de negro"

 

Al fin nace este proyecto en el que muchas personas nos embarcamos hace tiempo. Nada menos que una antología de relatos que agrupa veinte historias inéditas -o perdidas- de algunos de los mejores autores de género actuales, todos ellos ubicados en un entorno común: La ciudad.


El periodista, escritor y amigo David G. Panadero ha sido el encargado de dirigir esta orquesta y, por ello, el responsable de coordinar este proyecto publicado por Editorial Drakul.
 
Del prólogo: “Da la impresión de que ha sido una mano invisible la que ha coordinado a nuestros autores, porque, sin duda, en estas páginas hay una instantánea inconfundible de la crisis, que nos muestra su imagen más siniestra”.

Dedicamos esta obra a la memoria del escritor y cineasta Carlos Pérez Merinero, participante en esta antología, que falleció en enero de 2012 antes de verla publicada.
 
Más detalles, aquí.
 
Que os guste [por la parte que me toca].

 

jueves, 19 de julio de 2012

La Edad de la Inocencia (y II)


[Iba siendo hora. Dejamos esta historia colgada hace nada menos que mes y medio, y por fin encuentro un ratillo para terminarla. Espero que los asiduos de este blog seáis caritativos con mi imperdonable conducta pero, ya sabéis, aparte de hacer estas cosas tan divertidas y que tan agradable nos hacen la vida, y hasta nueva orden, uno tiene que trabajar para ganarse el pan].

[...]

Declaró por fin la acusada.

Dijo que el domingo de autos se fue a la cama como a las once de la noche, y que permaneció en ella hasta levantarse en la mañana entre las ocho y las nueve. Llamada como testigo por la defensa su hermana menor, Janet, el testimonio quedó corroborado. Dijo la niña que ese domingo se retiraron Madeleine y ella en torno a las diez y media, o algo más, de la noche, que se acostaron juntas y que antes de dormirse vio que su hermana estaba en la cama. Aseguró también que en la mañana del lunes, cuando se despertó, la acusada todavía no se había levantado. ¿Fue arreglado este testimonio? Pudiera ser, pero resulta de todo punto imposible saberlo con exactitud.

Algunos testigos, no obstante, declararon haber visto esa noche, alrededor de las nueve y media, al fallecido L'Angelier merodeando por las cercanías de la casa de los Smith, si bien el policía de turno en aquel momento, que tenía allí mismo programada una parada, declaró que no había visto a L'Angelier en la noche del 22. Tampoco tiene nada de peculiar. Los agentes uniformados de la época victoriana eran tan predecibles y meticulosos en el horario de sus rondas que resultaba fácil eludirlos si así se deseaba. Y un joven que husmea en las cercanías de la casa de una jovencita casadera y respetable, sin duda, lo último que querría es ser descubierto.

La defensa puso en claro entonces su baza fundamental: Si el arsénico le fue dado por la acusada en una taza de chocolate, como pretendía establecer la acusación, resultaba imposible que L'Angelier no lo hubiera notado. Y más difícil aún que nada hubiera dicho acerca de este asunto, incriminando a Madeleine, durante su larga enfermedad. De hecho, F. Tennyson Jesse, en su libro "Famous Trials" (ed. Harry Hodges, Penguin Books, Great Britain, 1954, pp. 39-40) manifiesta que permanece envuelta en el misterio de este crimen célebre la actitud de la víctima. La hipótesis del suicidio es poco probable, porque los tres ataques que sufrió por la administración de arsénico fueron terriblemente penosos y su agonía fue muy larga, demasiado al menos como para pensar que hubiera podido elegir una forma de suicidio tan dolorosa. Tampoco se comprobó, por cierto, que el fallecido hubiera comprado arsénico. En cuanto a la posibilidad de que otra persona distinta de Madeleine le hubiera envenenado se debe ser cauto, pues no se le conocían enemigos o personas que le desearan mal. Y es justamente aquí que se nos presenta el mayor misterio de todos: si en realidad fue Madeleine la que le suministró el arsénico, no se entiende cómo L'Angelier iba a sufrir pasivamente tres intentos de envenenamiento, sin sospechar nada o acusar a la chica.

En su defensa Madeleine alegó que no vio a L'Angelier en las tres semanas previas a su muerte, y que en la última oportunidad que se encontraron le habló a través de las rejas de una ventana. E indicó, asimismo, que al arsénico lo había comprado como matarratas, pues no había querido reconocer que lo usaba de forma habitual –cosa común en la época- en pequeñísimas dosis, como productos cosmético. En efecto, era conocido que el arsénico, bien administrado, era útil para mantener la línea pues limitaba el apetito y tenía propiedades purgantes. Así las cosas, la defensa argumentó con buen criterio que, a falta de otras pruebas o testimonios, la carga de la prueba recaía sobre la acusación.

En sus directivas finales al jurado, previas a la deliberación, el juez instruyó adecuadamente sobre la diferencia entre la inferencia y la prueba. Manifestó, pues, que podrían actuar en base a inferencias, puesto que muchas de las cosas que nos ocurren en la vida dependen de evidencia circunstancial, pero que tal inferencia debiera ser muy seria. Una inferencia de tanto peso que demostrara por sí misma que la víctima falleció por la acción directa de la acusada. Agregó, en conclusión, que si estaban convencidos, de acuerdo con todas las circunstancias del caso, de que la pareja se se encontró en la noche del 22 de marzo y de que los síntomas de envenenamiento por arsénico comenzaron tras esta cita, entonces y solo entonces deberían afirmar que Madeleine fue quien administró el veneno a la víctima.

En su alegato final el defensor dijo que Madeleine no tenía motivación de peso para envenenar a L'Angelier en la medida que las cartas comprometedoras nunca habían sido recuperadas y, en consecuencia, no habría podido evitar el escándalo de todos modos.

La acusación, por su parte, argumentó que era perfectamente posible que Madeleine se hubiera levantado de la cama cuando su hermana estaba dormida a fin de abrir la puerta de la casa para admitir a su amante en la sala o en el comedor, como lo había hecho antes en muchas oportunidades, según testimoniaban sus propias cartas. Además, entre otros argumentos indicó que la cantidad y las características del arsénico encontrado en el estómago de L'Angelier, eran consistentes con las compras de ese tóxico que había hecho Madeleine. Extremo este que, no obstante, ha de ser recibido con cautela en la medida que las técnicas forenses de la época eran aún harto dudosas.

El jurado, compuesto por ocho hombres y cuatro mujeres, alejado de cualquier posible presunción machista, se decantó a favor de la acusada y dictó un veredicto de “no probado” en relación a los cargos fuertes de la acusación, con lo que Madeleine Smith quedó en libertad. Debe hacerse notar que el veredicto de "not proven", una peculiaridad que regía en el procedimiento penal de Escocia paralelamente al tradicional de “not guilty” (o no culpable), exoneraba al acusado de cualquier castigo, pero arrojaba sobre él una tacha moral. A falta de pruebas materiales, y sembrada la duda razonable, el jurado había preferido no decidir la culpabilidad de Madeleine, pero entendía que perfectamente podría haber matado a L’Angelier pues tuvo móvil, medios y oportunidad. En consecuencia, solo la circunstancialidad de las pruebas que pudo aportar la acusación libró a la chica del castigo.

Madeleine, como es lógico, quedó marcada por este morrocotudo escándalo y la mayor parte de sus pretendientes –formales o no- desaparecieron de la escena. No obstante, conseguiría contraer matrimonio en 1861 con un bohemio, el artista George Wardle, a quien, como corresponde al personaje, la vida pasada de la mujer no pareció importarle lo más mínimo. Tuvo dos hijos con él, si bien, pasados bastantes años, terminaron por divorciarse. Finalmente, puede que huyendo de un pasado que nunca la abandonó del todo, Madeleine se trasladó a los Estados Unidos.

Allá, en la ciudad de Nueva York y bajo el nombre de Lena Wardle Sheehy, fallecería a los 92 años, en 1928.

sábado, 26 de mayo de 2012

Intermedio: "Las malas artes"


El director de la Revista Quadernos de Criminología -y buen amigo hasta que él quiera-, Carlos Pérez Vaquero, me hizo llegar hace unos días esta breve pero magnífica perla repleta de curiosidades y detalles que destila un profundo conocimiento del mundo de la pintura del que, me consta, es un apasionado.

El libro -librito por su tamaño y extensión, que no por su excelente contenido- se lee casi de un tirón, y es de los que me gustan porque induce a la reflexión, siendo de los que hace levantar la cabeza cada dos o tres párrafos para pensar en un matiz, replantearse una singularidad y atar un viejo cabo suelto. Así, entre idea e idea, se va llegando a un final indeseado pero inexorable. De esos que suscitan mayor interés por cuanto conducen a ulteriores investigaciones. De hecho, me he sorprendido tomando notas para, poco después de la lectura de estas malas artes, revisitar viejos cuadros, hugar en los buscadores tras aquella ilustración que aclara la incógnita. Y así, rememorando aquel cuadro del que solo quedaban memorias borrosas, me he visto escarbando en viejas torres de libros hacía tiempo olvidados tras el detalle biográfico, la circunstancia singular y el aspecto que alumbra esta o aquella afirmación.

Desfilan por sus páginas muchos de los grandes maestros y sus visiones del crimen, de la cárcel, de la pena de muerte, del holocausto. Los de mala vida como Caravaggio y Gericault. Los más singulares como Pironesi. Los geniales como Rembrandt. Los excéntricos y malditos como Walter Sickert. Todos aquellos que se atrevieron a convertir en obra de arte, encarnando la reclamación de Thomas de Quincey, los aspectos más deleznables, terribles y depravados de la naturaleza humana bajo una consideración modernísima que sólo tras siglos de modernidad empezamos ahora -dicen que en la "posmodernidad" quienes ya saldan el pasado sin cuadrar sus cuentas- a asumir en todas sus dimensiones: que de humanos, también, es el crimen. Que las personas aman, lloran, ríen, crean, trabajan, duermen, comen... pero también delinquen, matan y mueren.

Las malas artes es, pues, un libro que interesará a criminólogos, pensadores, humanistas y aficionados al arte por igual. Un texto de contextos, guía con cierto sabor iniciático, único en su especie, inspirador, de prosa tan sobria y contenida como elegante, muy accesible e interesante y por el que no sólo debe felicitarse a su autor, sino por el que también debiéramos felicitarnos los lectores.

Solo una "pega", amigo Carlos: Sabe a poco.

lunes, 14 de mayo de 2012

La edad de la inocencia (I)



[Un amigo novelista, en cierta ocasión, me hizo una pregunta interesante: "¿Existe eso de la duda razonable o no es más que un argumento peliculero para sacar a flote argumentos insostenibles?" Y era una buena pregunta en la que nunca había caío... Así que hice lo que hacemos todos los investigadores cuando no sabemos una cosa: Tratar de averiguarlo. Y, en ello, me di de narices con este interesantisimo caso que, fijaos bien, aunque tenga toda la pinta de ser un folletín no lo es en absoluto. La realidad, que siempre supera a la ficción].

Ubiquémonos: Glasgow, Escocia, 1855.

La dulce Madeleine era la mocita casadera de una familia bien. Su padre, Mr. Smith, era un prominente arquitecto, de inmejorable posición social y económica cuya hija mayor, la niña de sus ojos, la guapísima Madeleine, aún no había cumplido la veintena y ya era el deseo oculto de un montón de hombres casaderos bien situados y con posibles. Dinámica, inteligente, apasionada, con un temperamento poco inclinado a manejarse dentro de las rígidas convenciones de la moral victoriana, la chiquita, coqueta, se dejaba ver y querer. Jugaba con la situación y buscaba, de entre los posibles candidatos, al mejor de los posibles partidos.

Aparece entonces el inopinado galán de esta historia. Un modesto empleado de comercio de escasos medios, cercano a la treintena y no muy alto, pero agraciado físicamente y dicen que con bastante habilidad en materia de amores, Pierre Emile L'Angelier. El aprendiz de seductor ve a la apetecible Madeleine y se interesa por ella. Es atractiva, es joven y de familia acomodada: Es un partido. Buscó la forma de serle presentado. Comenzó a cortejarla en forma disimulada, porque los padres de ella jamás habrían aceptado esas relaciones con un extranjero desconocido, pelagatos, carente del caché y de recursos proporcionados al nivel que ocupaba la familia Smith. En realidad L'Angelier, francés como nos sugiere su apellido, había participado activamente en las convulsiones políticas y sociales que se habían producido en París por aquellos días, recalando posteriormente en Glasgow como exiliado. El caso es que al desposeído aventurero, que vivía en una modesta pensión y no tenía familiares reconocidos ni fortuna por conocer, el buen recibimiento que encontró inesperadamente en la pizpireta Madeleine, le hizo concebir un plan de acción que habría de seguir inexorablemente. Pues como no podía pretender el consentimiento del padre para una boda, decidió recurrir a la política de los hechos consumados.

Comenzó así una correspondencia epistolar entre el experimentado cortejante, diestro en achaques de amor, y la inexperta pero apasionada Madeleine, diez años menor, pero con la madurez suficiente como para estar al frente de la casa en reemplazo de su madre enferma. La chica, así hay que reconocerlo, se entregó con pasión a este amor, que le descubría un mundo de sensualidad hasta entonces oculto. A través de la correspondencia es obvio que en 1856 ya se habían convertido en amantes, habiendo consumado sus deseos en algunos paseos por el bosque así como clandestinamente, en la propia casa de los Smith, pues ella lo hacía entrar de noche y cuando todos dormían.

El padre de Madeleine, que no era tonto y se debía oler la tostada, había prohibido terminantemente a su hija cualquier clase de relación con ese L'Angelier que parecía rondarla con cierto descaro, ese muerto de hambre sin oficio ni beneficio. Máxime cuando un vecino y conocido comerciante, de mediana edad y buena situación económica, había insinuado sus honorables intenciones hacia la hija mayor de los Smith. Por ello Madeleine, pasados los primeros momentos de impetuosidad amorosa y replanteándose su futuro, se comenzó a enfriar calculadamente con L'Angelier en un claro intento de romper la baraja. A la pretensión de ruptura, contestaría el otro que ni soñarlo, pues conservaba todas sus tórridas e impresentables cartas y se las exhibiría al Sr. Smith.

Sucede entonces lo inesperado: Que durante los meses de febrero y marzo de 1856, L'Angelier cae súbitamente enfermo hasta que en el día 23 de este último mes, retornando a la pensión en que vivía tras una de sus correrías nocturnas, se sintió de súbito terriblemente mal y murió. Algunos amigos, así como los empleadores de L'Angelier encontraron rara en esta muerte inesperada en un hombre de excelente salud, y pidieron una autopsia. El procedimiento reveló la causa del deceso y puso en marcha la maquinaria del escándalo: envenenamiento por arsénico.

Durante la pertinente investigación policial salieron a relucir las cartas, de las cuales se desprende que en un momento dado Madeleine se ofreció a abandonar su posición social para fugarse con el francés. Pero el galán no veía que esa fuera solución para su porvenir económico, así que continuó con sus amenazas de exhibir la correspondencia, presionándola con insistencia para que la chica planteara el asunto de la virginidad roturada, y la consiguiente baja en el precio de mercado de la niña, abiertamente, a sus padres. Pensaba con cierta perspicacia tópica del puritanismo de la época que éstos, en vista de que su hija ya estaba deshonrada y se cernía el escándalo sobre la casa, aceptarían el casamiento como una forma honorable de salvar las estrictas convenciones y poder conservar el prestigio bien ganado.

Madeleine, pasados los primeros furores, comprendió que careciendo ella y su amante francés de medios económicos propios, y enfrentada a la oposición terminante –inflexible- de sus padres, su vida con L'Angelier no tenía porvenir. Sentimiento de rechazo que se acrecentó y consolidó tras el mortal disgusto padecido cuando él puso en claro su juego y la amenazó con la exhibición pública de las cartas. Además, y al mismo tiempo, la chica estaba recibiendo las visitas formales del candidato –su vecino- aceptado por sus padres. Pese a todo, la moza, y así se trasluce en sus misivas, seguía mostrándose sumisa ante L'Angelier pues esperaba que él se conmoviera para terminar cediendo en su actitud amenazante, cosa que sin embargo no ocurría. Por ello la situación parecía no tener salida y todo indicaba que si ella forzaba una ruptura, él haría explotar el escándalo.

En la noche del 19 de febrero L'Angelier, según los testimonios recabados, salió de la pensión con rumbo desconocido. Al regresar se quejó de fuertes dolores en el abdomen, y a la mañana siguiente fue a ver a un médico que, desorientado ante aquella dolencia inespecífica, le recetó algunos medicamentos para aliviarlo. No existen pruebas de que en esa noche hubiera estado con Madeleine, aunque una testigo en el juicio declaró que él propio fallecido le había informado personalmente de que así sería.

Se supo posteriormente que el sábado 21 de febrero Madeleine compró arsénico en un establecimiento, donde, como es preceptivo, fue registrado para uso en labores de jardinería. Al día siguiente, nada parece casual, L'Angelier tuvo un segundo ataque de molestias digestivas de características similares al primero. No quedó constancia, sin embargo, de que ese domingo se hubiera entrevistado en algún momento con Madeleine. En todo caso, la chica volvió a comprar veneno el día 6 de marzo, en un negocio diferente del primero, donde lo registró como matarratas. Y si en el 21 de marzo escribe a L'Angelier, citándolo para el día siguiente, existen pruebas de que anteriormente, el 18, había efectuado una tercera compra de arsénico.

En la noche del 22 de marzo, dispuesto a atender a la que sería su última cita con la niña de los Smith, a la que pretendía asediada por completo, el galán francés pidió a la dueña de la pensión las llaves de la entrada, puesto que pensaba volver tarde. Sin embargo, a las 2:30 horas de la madrugada la campanilla dispuesta en el cuarto de la propietaria se agitó violentamente. Acudió a la llamada y se lo encontró acuclillado en su habitación, con los brazos cruzados sobre el abdomen, susurrando que se encontraba muy mal y que no podía detener los vómitos. Todavía a las 4:00 horas, pese a la insistencia de todos, se negó a que llamaran a un médico. Accedería hacia las 7:00 horas. El galeno le recetó algunos remedios, pero cuando regreso a mediodía lo encontró ya sin vida.

Durante el juicio, el abogado defensor de Madeleine explicó al jurado que, a menos que tuvieran por cierto y probado por las evidencias materiales que la acusada y L'Angelier se encontraron el 22 de febrero, o que tuvieran por probado que se entrevistaron en la noche fatal del 22 de marzo, no habría existido jamás una cita posterior a que la acusada realizase sus compras de arsénico. De hecho, sostuvo el defensor a partir de los datos que nunca se produjeron tales encuentros al no haber evidencia alguna de ellos. Así, la dueña de la pensión recordaba haber dado las llaves a L’Angelier, pero no podía jurar que efectivamente saliera en la noche del 22 de febrero pues no le vio hacerlo. Más aún: dado que no había constancia de que llegara a la casa enfermo, arguyó el defensor de Madeleine, bien podría haber enfermado en su propio cuarto.

Cierto es que, tal como se encargaría de recordarlo el fiscal, se encontró una carta, posiblemente escrita tras el crimen, donde Madeleine dice a D'Angelier que notó que estaba enfermo el domingo a la noche y el lunes a la mañana. Pero no pudo acreditarse si esta carta, que se refería al ataque del domingo 22, fue escrita el día 25, luego tras el óbito, de suerte que no habría tenido sentido más que como coartada. La defensa cuestionó que la carta no tenía fecha y el matasellos del sobre era ilegible. Y ambos extremos eran ciertos.

En cuanto a la dueña de la pensión, dijo que cuando L'Angelier salía en la noche a "sus asuntos" le pedía la llave de entrada de la casa, y que el día 22 de febrero no le había solicitado la llave. En cambio, sí lo había hecho el 22 de marzo. Como hizo notar el abogado defensor, no se había demostrado que Madeleine hubiera comprado arsénico o lo tuviera en su poder antes del ataque del día 22 de febrero; y con respecto al del 22 de marzo, si bien ella tenía en su poder el arsénico comprado, no surgieron constancias materiales o testimoniales de que se encontrara con L'Angelier... Ni tan siquiera que éste hubiera salido de su casa. Por aquí, por consiguiente, tampoco había caso.

[...]

miércoles, 7 de marzo de 2012

¡Felicidades, corazón!


[Nuestro gran amigo David G. Panadero nos hace llegar el avance de lo que será el décimo aniversario de una gran publicación sobre el género negro. Todo un clásico al que muchos queremos como si fuera hijo nuestro: Prótesis. Publicación consagrada al crimen. Y la verdad es que por lo que vemos -y más por lo que intuimos- la cosa promete y, sin duda, alcanzará el rango de gloria reservado a los imprescindibles. Así, y como lo primero para nosotros sois vosotros, os adelantamos la información que nos proporcionan los editores en la espera de que, como corresponde al caso, reservéis vuestros ejemplares y os deis el merecido homenaje. A este niño tenemos que cuidarlo como merece para que nos proporcione al menos otros diez años de placeres oscuros. Amen].

TÍTULO: PRÓTESIS (INICIOS DE LA NOVELA NEGRA EN ESPAÑA)
COORDINADOR: DAVID G. PANADERO
RÚSTICA - 15 x 24 cm.
B/N - 144 PÁGINAS
ISBN: 978-84-15153-50-4
PVP: 8 EUROS (IMPUESTOS INCLUIDOS)
FECHA DE SALIDA: TERCERA SEMANA DE MARZO 2012
DISTRIBUYE SD
EDITAN DAVID G. PANADERO Y DIÁBOLO EDICIONES

PUBLICACIÓN CENTRADA EN LA NOVELA NEGRA ESPAÑOLA…

Vivimos tiempos de efervescencia de la novela negra, por eso es el mejor momento para reflexionar sobre el “boom” que ha alcanzado el género. En PRÓTESIS, bajo la dirección de David G. Panadero, se reúne a una plantilla de treinta colaboradores que ayudan a tomar el pulso a la novela negra. Especialistas como Luis Alberto de Cuenca, Cristina Fallarás, Rubén Sánchez Trigos, Lorenzo Rodríguez Garrido o Andrés Peláez Paz aplican su ojo clínico a esta literatura.

Pero además de una instantánea de la actualidad del género, el lector encontrará un abundante dossier sobre los inicios de la novela negra en España, que abarca desde los inicios del siglo XX hasta la actualidad. El estudio de esta tradición literaria, poco desarrollado en nuestro país, sorprenderá y sugerirá muchas lecturas a más de uno. Hay un protagonista indiscutible en PRÓTESIS: Francisco García Pavón, escritor manchego que en tiempos de Franco cultivó el género de forma muy personal. Aunque su condición de pionero de nuestra novela negra es indiscutible, multitud de factores han contribuido para que su recuerdo esté en segundo plano. En estas páginas se le reivindica como merece.

Se incluyen además botones de muestra: relatos de autores como Roberto Malo, King Parker, Carlos Sálem, Amir Valle y Carlos Pérez Merinero.

jueves, 23 de febrero de 2012

Letal

El próximo jueves día 1 de marzo a las 19:30, en Casa del Libro de Sevilla, presentación de la novela estrella del año: Letal como un solo de Charlie Parker, de Javier Márquez Sánchez.
Para una vez que se mueve algo importante en Sevilla, ¿te lo vas a perder?

martes, 17 de enero de 2012

Ya está aquí



Pues ha hacido el nuevo retoño... A vuestra disposición a partir del lunes 23 de enero. Espero sinceramente que os guste. Y como anticipo, que no comentario pues eso lo dejaré en manos de otros, os añado el texto de la contraportada:

"El crimen es una parte más de la cultura popular de nuestro tiempo gracias a su difusión masiva a través de la novela, el cine, la televisión, los videojuegos o los comics, al punto de que se ha transformado en un elemento más del lenguaje de nuestro tiempo que impregna la cultura, y funciona como modelo de imagen estética para muchos.

La obra recorre las manifestaciones más variopintas del crimen, atendiendo de forma muy especial a sus tipologías, variantes y protagonistas en tanto que fenómeno de masas popularizado desde diversos cauces y tendencias estéticas del negocio del entretenimiento.

Esta obra aborda el fenómeno del crimen como elemento catalizador de la cultura pop de manera accesible, ágil y eficiente, pero sin renunciar al rigor exigido por el tema en cuestión".

viernes, 23 de diciembre de 2011

CASI 24 DE DICIEMBRE


Supongo que si hay gente capaz de aprobar una carrera universitaria que nunca va a ejercer, aferrarse a pisos de los que los van a desahuciar, aguardar un puesto de trabajo que cada año están más lejos de obtener, escribir historias para los libros que van a dejar de existir, somos capaces de adaptarnos a lo que sea; no lo sé; si os deseo buena suerte en cada empeño es porque lo supongo.


jueves, 22 de diciembre de 2011

El fin del mundo


¡Qué estupor! ¡Qué temblor!

Esta semana he podido corroborar que estamos al borde del final, en el límite de la transformación, en el vórtice de una conjunción cósmica que tan solo puede desencadenarnos temibles fatalidades. Los mayas tenían razón: el mundo se aproxima inexorablemente hacia un final teñido en rojo. Más no en el escarlata de la carne reventada (tal vez quemada), sino en el de las ideas destripadas, en el de las entrañas ideológicas pisoteadas, amalgamadas en el fragor del pensamiento único, de la molicie mental, del laminado psicológico definitivo.

¿Tengo pruebas? ¿Puedo sostener estos vaticinios apocalípticos sin ponerme colorado? ¿Puedo permitirme el devaneo quiliástico a estas alturas? Por supuesto. Puedo y debo. Puedo y sé.

Soy profesor universitario. Trabajo con jóvenes, con la semilla del mundo futuro, con las promesas de lo que habrá de ser, con aquellos que deben construir la sociedad del mañana sobre las miserias del presente. Debieran ser mejores que yo, más grandes que yo, más avanzados que yo, más inteligentes que yo e incluso más reivindicativos que yo. Pero no. Sus objetivos quedan cancelados en la noñería de la "vida feliz" glaseada con "un buen trabajo", "un buen piso", "un buen sueldo". Ahí mueren las expectativas. No hay debate que concluya de otro modo: encogimiento de hombros. Así son las cosas. Prostitución mental. "No estoy dispuesto a morir por aquello en lo que creo"

Los jóvenes se han hecho viejos antes de tiempo -quizá nacieron así- y la senectud ha triunfado. Es la victoria de décadas de manipulación ideológica y perversión psicoeducativa. Los jóvenes han muerto a manos de la ancianidad de supuestos popes intelectuales que les han conducido al desastre absoluto (no repetiré sus nombres aquí pues no deseo incurrir en blasfemia). Por cada mozo con perspectiva y horizontes que aparece, nacen nueve deglutidores de donuts adocenados que no ven más allá de sus narices. Que defienden las cosas que defendería mi padre (o cualquiera de su edad), que me transforman a diario en un radical, que no entienden mi sed de libertad y de progreso, que creen que la verdad podría surgir cristalina tras las opacidades del tormento, la tortura, la mano dura y el garrote vil. Que quieren cambiar el mundo sin conocerlo y pretenden vivir negando a los demás lo que desean para ellos mismos. Que hablan de libertad mofándose del derecho y creen que lo justo es aplastar al inviduo para el beneficio del colectivo. Que quieren ponerle al monte todas las puertas posibles: "Tu libertad termina donde empieza la mía"... ¿Se puede ser más doctrinario? ¿Más dogmático? ¿Más totalitario?

Los jóvenes han envejecido y el mundo en el que creímos alguna vez, se acaba. Se muere antes de nacer. Ha quedado sepultado bajo toneladas de estulticia. Bajo tiendas de campaña polvorientas en una plaza. Podrido en las habitaciones mugrientas de un hotel ocupado que quiso ser comuna libertaria y quedó en poco más que vertedero físico y psíquico. Clausurado en cientos de asambleas inútiles. Bajo el peso de millones de ideas infrautilizadas y de quintales de energía disipada, desperdiciada, domesticada, momificada, a la que algún optimista antropológico quiso llamar "revolucionaria" (¿se puede ser más ciego?). Triste revolución esta que ha terminado por dar la razón a sus más odiosos detractores.

Y es que, al final, he terminado por descubrir la verdad. Triste. Dura. Depresiva. La mayoría de los jóvenes ya no quiere la revolución: Simplemente quiere una hipoteca.

Es el fin del mundo... Feliz -¿última?- Navidad.


domingo, 18 de diciembre de 2011

De Norberto

Como cada año transcribo el relato con el que el excelente escritor Norberto Luis Romero nos felicita las fiestas a los amigos y como en cada ocasión merece la pena que lleguen estas fechas aunque sólo sea por leerlo.


 Precocidad


Fue sobre las dos de la madrugada. Los padres dormían y no supieron nada hasta que oyeron los disparos, corrieron a la habitación del niño y descubrieron aterrados la cama vacía. De allí se precipitaron escaleras abajo hacia el salón, donde habían sonado los tiros. Lo que vieron les quitó el aliento: su hijo todavía empuñaba la pistola caliente, explicó el comisario a Cruz, el forense. Y prosiguió, señalando los tres cuerpos yacientes casi al pie del arbolito navideño: no llevan documentos, pero está claro que no son de aquí.

Pero el hijo…

El comisario se adelantó a la curiosidad de Cruz:

Las nuevas generaciones son precoces. Este debe tener entre nueve y diez años. Al parecer, oyó ruidos abajo, se levantó de la cama. Sabía perfectamente dónde guardaba la pistola su padre…, y bajó decidido. Señaló hacia el pasillo y continuó:

Se llama Pedro, está con sus padres, uno de nuestros hombres y la psicóloga en la cocina, padres e hijo bajo los efectos del shock. Pobre criatura, no deja de tiritar, permanece con los ojos muy abiertos, no pestañea y mira al vacío.

El forense hizo un amago.

Es inútil, Cruz, llevamos un par de horas intentando que nos diga algo, pero no quiere hablar, únicamente repite una palabra: carbón, carbón, carbón…

viernes, 2 de diciembre de 2011

ANATOMÍA DEL CRIMEN

El género negro, tan necesitado de estudio crítico, cuenta con un nuevo ensayo firmado nada más y nada menos que por Mariano Sánchez Soler.

Anatomía del crimen. Guía de la novela y el cine negros
Colección: Reino de Cordelia
Páginas: 256. Precio: 18,95 €
ISBN-13: 978-84-938913-8-1

Escritor de novela negra y al mismo tiempo teórico del género, Mariano Sánchez Soler ha diseccionado la narrativa criminal, sus orígenes, el salto a la literatura española y su relación con el cine nacional e internacional. Subjetivo, apasionado y visceral, su visión compone una guía completa de este tipo de novelas y películas. Desde los orígenes, marcados por el interés por el enigma que siempre entraña la resolución de un crimen, hasta la crítica social que alumbró el nacimiento de la serie negra. Ilustrado con cubiertas y carteles de los mejores ejemplos del género, Anatomía del Crimen recomienda una amplia lista de títulos para leer y para ver. 80 ilustraciones en blanco y negro.



Mariano Sánchez Soler (Alicante, 1954)
Es escritor, periodista y profesor universitario. Doctor por la Universidad de Alicante, se licenció en Ciencias de la Información por la Universidad Complutense de Madrid y ha compaginado durante más de veinte años el ejercicio del periodismo con una intensa labor como novelista, poeta y ensayista de temas de historia actual. Es autor de las novelas Carne fresca (1988), Festín de tiburones (1990), Alacant blues (1994), Lejos de Orán (2003), La brújula de Ceilán (2007), Para matar (2008) y Nuestra propia sangre (2009), Premio Francisco García Pavón de Narrativa Policíaca; de los poemarios Walking blues (1977), La ciudad flotante (1983), La ciudad sumergida en el mar (1992) y Fuera de Lugar (2001) y del volumen de narrativa Lusitania Express (1996). Estudioso de la transición española y del franquismo, ha publicado entre otros libros: Los hijos del 20-N (1993), Descenso a los fascismos (1998), Ricos por la patria (Premio Internacional de Literatura de No Ficción Rodolfo Walsh 2002), Los Franco, S.A. (2003), Los banqueros de Franco (2005) y La transición sangrienta (2010). En la actualidad compagina la literatura con la docencia como profesor del grado de Comunicación Audiovisual en el Centro de Estudios Ciudad de la Luz, adscrito a la Universidad Miguel Hernández de Elche. Imparte cursos sobre novela negra, creación literaria y periodismo de investigación en la Universidad de Alicante, donde organiza, desde 2005, “Mayo Negro”, un encuentro anual sobre literatura y cine negro-policíaco.

martes, 29 de noviembre de 2011

ASESINATOS PROFILÁCTICOS

Querido Francis, amigos, tenemos relato en esta nueva antología negra que cuenta con muchos amigos, mucha profilaxis criminal y toda la irreverencia.

Asesinatos Profilácticos
Antología del relato negro IV

Ediciones Irreverentes

 Edición y prólogo de Santiago García Tirado

Las historias más negras y criminales. Una joya de la Literatura Negra; asesinatos hermosos, crímenes que logran recuperar el equilibrio del
mundo, otros con sabor a justicia y poesía, o a venganza. La ciudad atravesada por historias violentas.

Guillermo Orsi, Willy Uribe, Jerónimo Tristante, Miguel Ángel de Rus, Juan Ramón Biedma, Cristina Fallarás, Raúl Argemí, Pedro de Paz, Carlos Augusto Casas, Andrés Fornells, Manuel Villa-Mabela, Álvaro Díaz Escobedo, Daniel Barredo, Kalton Harold Bruhl, Joseba Iturrate, José Luis Ordóñez, Isaac Belmar, Carlos Salem, Joaquín Lloréns, Julio Fernández Peláez, Teresa Galeote, Emilia Luna, Manuel A. Vidal, Alberto Castellón, Iván Teruel, J. Manuel Fdez Argüelles, Manuel Gómez Gemas. Los mejores autores negros del momento presentados por el responsable de la edición, Santiago García Tirado. Ni en Chicago años 30 nació una generación así.

Asesinatos profilácticos es la más reciente continuación de las tres Antologías del Relato Negro publicadas hasta el momento. Estamos antes el mejor elogio de la venganza como justicia y como acto estético, un libro vanguardista, irreverente, que niega las grandes palabras e incita a los hechos. El lector de todas las sociedades ha sentido fascinación por la sangre; la novela negra se ha presentado como un elemento aleccionador contra la enormidad en épocas de puritanismo; y en épocas de libertad moral, como una muestra del ser primitivo y libre que vive en nosotros. En esta antología negra se hacen propuestas al lector que le incitan a acabar con el orden establecido de sus ideas, liberar sus represiones.

miércoles, 23 de noviembre de 2011

Antirresurrección... El futuro ha venido

[Amigos, convencido como estoy de que esta novela de zombis es la mejor que se ha escrito -y se escribirá- en este país durante mucho tiempo, recupero del blog de "Revista Prótesis" -grácias David G.- la recensión que publiqué allá a poco de su salida al mercado. Francamente, creo que no podéis perderosla, ni debéis, ni me da la gana. Insisto. Y por eso os empujo otra vez a la boca del infierno, a las entrañas del tugurio, a la carne muerta, al olor a podrido. Al comienzo del final].

Pues no. Te confundes por completo. La última maravilla de Juan Ramón Biedma no es una simple novela de zombis al amor de “lo que se lleva”. Y si lo piensas es que o bien no le has leído nunca, o bien has cometido el craso error de minusvalorar su inmenso talento. Una novela de Juan Ramón Biedma nunca es “otra más”.

Claro que sí. Hay muertos vivientes –concepto contradictorio este donde los haya, ¿eh?- por doquier, y sangre a raudales, y desmembramientos colectivos que harían enmudecer al más aguerrido fan del gore, y asesinatos en masa, y una constelación de personajes atormentados por el asco de vida que les ha tocado padecer… Los tópicos del género que se suele decir. Lo mismo que en las películas de Romero y Fulci, igual que en el ya célebre comic de Kirkman y su desafortunada adaptación televisiva. Pero no es esto lo único que hay en “Antirresurrección”. De hecho, todo eso es lo menos importante cuando, a la hora de la verdad, lo que prima en la última novela de Juan Ramón Biedma es una extraordinaria trama policíaca, un argumento de novela negra excelente y pleno de tensión que habría funcionado con la misma eficiencia en cualquier otro contexto. Una joya.

Si algo caracteriza a Biedma aparte de su enorme talento como escritor es, indudablemente, su capacidad inagotable para dar siempre una vuelta de tuerca más… Su habilidad para sorprender al lector cuando ya parece imposible es, justamente, el rasgo que más admiramos en él sus seguidores. Con Biedma nunca sabes a qué atenerte porque nunca hay reglas inviolables. Porque siempre hay un adjetivo más. Una comparación más. Una hipérbole que va más lejos. Es maravillosamente impredecible. Puede y sabe más allá de todo y de todos. Y por eso, cuando todos los que se esfuerzan en escribir sobre zombis hacen simplemente novelas de zombis -¿qué otra cosa?-, él gira, retuerce, esquiva, dribla, y hace una novela de cadáveres andantes en la que los muertos, pese a inundarlo todo, pese a la importancia de su presencia impositiva, son lo menos relevante. Apenas un elemento más, equidistante, del paisaje. Otra circunstancia, asquerosa y tremebunda, claro, en un mundo que sería igualmente asqueroso y tremebundo sin fiambres pudriéndose entretanto caminan tambaleantes por ahí prestos a deglutir a todo zoquete confundido que se les ponga por delante.

Antirresurrección es una novela negra, con una trabajadísima trama argumental repleta de recovecos harto sorprendentes, ubicada en un futuro apocalíptico que perfectamente puede ser el que nos toque vivir mañana. En un futuro posible –que será una porquería absoluta en la medida que el mundo actual no invita precisamente a creer en utopías- los vivos y los muertos comparten espacio. Y los vivos siguen con sus cuitas, sus rollos, sus crímenes, sus trabajos mal pagados, sus engendros políticos, sus manipulaciones, sus miserias, sus vidas vulgares e irrelevantes, sus circunstancias peculiares, sus emociones descontroladas, sus ambiciones ridículas, sus batallitas, a pesar de todo. O precisamente a causa de todo. Por todo. La idea es tan simple como preguntarse –y responderse- qué pasaría si en el mundo, además de todo lo que hay, hubiera zombis. Qué ocurriría si hoy, ahora mismo, los muertos regresaran.

Conviene que os vayáis olvidando del rollo Soy leyenda. De las calles vacías, repletas de coches abandonados y silencio, de los comercios vacíos. Esa movida construida para atemorizar una generación que vivía sumida en la paranoia de la Guerra Fría y que, por ello, todavía creía que el holocausto nuclear sucedería diez minutos después de cualquier cosa. Ni caso. Si en el mundo hubiera zombis sucedería simplemente que estarían ellos, y nosotros, y habría que compartirlo bien fuera de mala gana evitando, en la medida de lo posible, que nos dieran un mordisco en el trasero. Biedma lo entiende, lo sabe y lo cuenta… Y yo le creo porque me parece lógico, coherente y aceptable.

No esperéis errores en el texto de Biedma. No hay fraudes y tampoco argucias tramposas para confundir al lector. Ni se trata de explicar porque los zombis existen –igual que tampoco hay por qué explicar la razón de la existencia de los carteros o de los funcionarios. Simplemente son. Están. Funcionan y así hay que tomarlo. Tampoco hay finales felices o falsas esperanzas porque cuando el mundo es una mierda, no puede haberlas y sería de tontos inventárselas. Quienes habéis leído a Juan Ramón Biedma –que vive sumido en sus misterios de sabor gótico- sabéis que en sus radicales historias no caben los opios del pueblo. Solo la literatura, la magia de la palabra desplegada por doquier, una inundación de arte.

Antirresurrección es una novela transgresora y salvaje que marcará tendencia y que hará a muchos supuestos escritores “de género” –me incluyo el primero, quede constancia- replantearse su futuro profesional. Muy difícil va a ser escribir sobre determinados temas a partir de ahora. Una perla esta novela que bien harán sus publicantes en manejar con cuidado y mimo para no negarle el derecho –bien merecido- a ser todo un superventas.

El futuro ha venido… No digáis que nadie os lo advirtió.

miércoles, 2 de noviembre de 2011

"Te lo cambio por el de Tintín"


Hermano Biedma, ese fue uno de los leit motif de mi adolescencia: "te lo cambio por el Tintín".

Todos sabían que yo era -mejor, soy- un ávido lector de cómics lo cual me convertía en víctima fácil para esta tipología del regalo en cualquier especie festiva. Y así, entre unas cosas y otras, entre compras de paga dominical y dádivas diversas, iban cayendo por casa los Asterix, y los Spirit y los Marvels, y estos, y los otros... Y, claro, los de Tintín que yo nunca compré, pero que siempre hubo alguien que quiso homenajear.

El problema, claro, es que el tal Tintín me ponía enfermo. Malo malísimo de puro dolor de estómago. Me resultaba repipi, sínsolo, aburrido, blando y encima no me gustaban los dibujos. El resultado, hermano, es que a poco que podía permitírmelo y en cuanto algún amiguete tenía por ahí algo más de mi agrado, ¡zas!, "te lo cambio por el de Tintín".

Lo peor era que colaba sin que yo fuera capaz de entenderlo. Casi todo quisque se pirraba por el Tintín ese al que yo no le veía el chiste por sitio alguno. El hecho, hermano Biedma, es que así fue creciendo mi colección particular de suerte exponencial porque como los tintines que me caían por doquier -a los adultos siempre les vino a parecer el enano atontado éste la tira de educativo y de simpático- venían encuadernados en bonito y eran caros, pues se cotizaban bien y los intercambios resultaban sustanciosos.

Mi vida sin Tintín. Así es. Pero en mi vida también está Spielberg y como no le perdono una y a mi familia le va la marcha, trago con estas "Aventuras de Tintín" que resulta que están muy divertidas, superentretenidas y la mar de bien realizadas. ¿Te sorprende? Pues no te sorprendas, hermano, que todo tiene explicación. Lo maravilloso de este Tintín spielbergiano es que no es el reporterillo pedante del Hergé, sino Indiana Jones disfrazado... y, claro, el gran Indy sí que mola. Mogollón. Quiero suponer, por tanto, que a los fans sempiternos y puretas del nene del perrito esta película no les hará mucha gracia, razón por la que seguramente a mi me ha parecido tan bien y por la que, de paso, se la recomiendo a nuestros seguidores más iconoclastas y menos amanerados.

¿Es posible Tintín sin Tintín? Lo es, y encima resulta mejor que con él.

sábado, 22 de octubre de 2011

Cien mil mosqueteros


Querido Francis, acabo de ver casi por accidente la nueva versión de Los tres mosqueteros y vengo contento, bien servido.
Lo primero que pensé cuando supe del proyecto es que no hacía ninguna falta y que si querían una historia de este corte, los productores podrían haber tirado de otros originales -¿para cuando una adaptación de El escorpión de Marini?-, aunque para eso los productores tendrían que leer con alguna asiduidad, lo cual es mucho suponer.
Estos mosqueteros tienen lo que le falta al Capitán Trueno que reseñas abajo: los recursos, el entusiasmo por los personajes, el desparpajo para reinventarlos con gracia, gusto y mucha energía.
Todavía estás a tiempo de pedirle a tu chiquillo que te lleve al cine.

PD: Ah, y desde luego, nada de verla en ese falso artificio absurdo de las 3D

miércoles, 12 de octubre de 2011

Ni Hansel ni Gretel

No es la primera vez que hablamos aquí de Sigueleyendo.es, la estupenda web literaria que lleva ya unos meses atacando –como se ataca el tabaco en la pipa o las balas de los cañones- este mortecino mundillo nuestro e insuflándole nuevos oxígenos.


Bien, pues resulta que estas actividades bajo la ya tan conocida  marca no eran más que el principio de otras muchas, que nuestra queridísima Cristina Fallarás, su jefa de máquinas, piensa llevar todo esto hasta donde sus visiones y su locura alcancen, que por ahora es la edición y más tarde cualquiera sabe.

Por lo pronto ha montado la revisión de viejos y oxidados cuentos infantiles a través del filtro maligno de una serie de autores, entre los que estoy, a los que publica en formato digital; cuentos que se pueden adquirir en la propia web

Como decía, cualquiera sabe a dónde lleva todo esto.
 


lunes, 10 de octubre de 2011

Metafísicamente imposible


Muchos somos los que crecimos leyendo al Capitán Trueno. Tengo todos los tebeos (nunca "comics", que esto es España y hablamos de la cosa patria, "¡por Santiago!"). Leídos y releídos hasta el aburrimiento. Y siempre lo he tenido muy claro desde el mismo momento en el que se comenzó a hablar de este proyecto: Trueno y sus peripecias son inadaptables al cine presente. Ni modo. Bien lo comprendieron todos aquellos que dejaron la aventura con anterioridad como Calparasoro o Bajo Ulloa: Las probabilidades de fracaso eran altísimas y puede que inasumibles para un cineasta reputado.

Primero, sucede que que la estructura narrativa de las historias del viejo Capitán -siempre la misma- hubiera cuadrado con los estilos cinematográficos de las décadas de 1950 y 1960, pero es incompatible con los formatos de hoy. Puedo imaginar una historia del Capitán Trueno en la gran pantalla tal y como la pensaban Mora y Ambrós en sus relatos; con Robert Taylor en plan espadachín indomable que se bate en justas por el corazón de la bella dama, Technicolor, guión lineal, inocencia aventurera, camara fija y traveling de raíles. Es lo que destilan sus viñetas preciosistas claramente inspiradas en "El Principe Valiente" de Harold Foster y en los encuadres perfectos del "Flash Gordon" de Alex Raymond (cuya adaptación cinematográfica también fracasó precisamente por lo mismo, el desajuste temporal estilístico-narrativo). Los tebeos del Capítán Trueno están a años luz de la pomposa retórica cinematográfica de la actualidad, de las cámaras al hombro, los montajes veloces, las elipsis constantes y las transiciones fulgurantes.

Segundo, se trata de un conjunto de personajes -conviene recordar que las andanzas del Capitán Trueno siempre fueron concebidas como historias corales, y jamás como productos de héroe solitario- a los que los mayores adoran en su esencia básica y con los que los jóvenes encuentran difícil -puede que inútil- conexión. Esos diálogos inocentones del tebeo ("¡cáspita!"), ese romanticismo demodé de los argumentos (Bien plano versus Mal sin matices), esa moral del sacrificio irreflexivo tan propia de la españa franquista ("¡Santiago y cierra España!") que Mora siempre trataba de soslayar, pero que la inevitable censura siempre encontraba el modo de imponer... Una ética y una estética que encajan mal con los tiempos y modos presentes. Consecuencia: el guión, por mucho que se pretenda actualizarlo, resulta irremediablemente bobo, insustancial, esencialmente plano, repleto de tonos y melodías que ya nadie comprende porque ya nadie los utiliza o las tararea. En un mundo sin honor, no toca perderse en delirios líricos que no se asumen o se dan por supuestos entre los valores del personal.

Tercero, el dinero. ¿Dinero...? Ese perpetuo mal de nuestros creadores. Para hacer una película con la espectacularidad que requereriría la recreación exhaustiva del Capitán Trueno, su troupe y sus peripecias haría falta, al menos, multiplicar por ocho los diez millones totales que tantos cacareos injustificados han provocado en algunos críticos. Cuando la Marvel se propone realizar un "Thor", por ejemplo y ya que viene al pelo, se gasta esos diez millones de euros sólo en pagar a la mitad del reparto... Hablar de esto, creo yo, ni merece la pena porque no hay debate, así que no perdamos el tiempo con lloros y pataletas innecesarios. Es una producción de aventuras ésta baratita, "low-cost", sin pretensiones, de peleillas porque no hay pasta para grandes batallas, de efectos especiales justitos porque no alcanza para estropicios y de actores sin pretensiones. Y eso que Peris-Mencheta está correcto -de lo mejor de la película- y además resulta bien seleccionado pues guarda un eficaz parecido físico con el Capitán de los tebeos (y la Sigrid de turno es guapa, qué carajo).

Sí, a qué negarlo, es una producción esta limitada y algo malilla. En efecto. Pero le doy un aprobado porque, como digo, era un reto extremadamente difícil al que se han atrevido a pesar de todas sus imposibilidades metafísicas. Y el caso es que a mi hijo de ocho años (el mismo niño que yo fui cuando empece a leer los tebeos del Capitán Trueno) no le pareció mal e incluso llegó a pasar un buen rato de cine con palomitas, lo cual me ha dado mucho qué pensar acerca de las virtudes de la inocencia y la futilidad del envejecimiento. Más que hacernos sabios, nos resabiamos. Qué triste... Todo un logro el de entretener a un chavalito del presente cuando la industria del entretenimiento norteamericana ha laminado la psique de los chicos con tanta eficacia que pareciera ya imposible sacarles de los esquemas que se les imponen desde el otro lado del Atlántico.

Tiene la película, además, algún momentillo bastante decente, como por ejemplo cuando el Capi aparece por vez primera en pantalla... Instante que goza, incluso, de un punto de emoción irreprimible para muchos que llevábamos décadas deseando vivirlo. También cuenta con una partitura musical aceptable y una fotografía más que digna (resulta un juego muy divertido el de jugar a descubrir donde está rodada y para mí fue maravilloso reencontrarme en la pantalla con el magnífico Castillo de Calzada de Calatrava o con las Lagunas de Ruidera). Y me vale todo ello para no aniquilarla como algún que otro pureta, e incluso para hacer el esfuerzo de comprarla cuando salga en blue-ray a fin de ocupar, con él, ese huequecito vacío que siempre hubo en el estante de mis vivencias infanto-juveniles.

Llamadme "freak". Pues bueno. El hecho es que nuestro Capitán Trueno, nuestro héroe patrio, generacional e intransferible merecía tener este homenaje, bien fuera testimonial, y hay que darlo por bien empleado: Seguro que algún que otro chiquillo arrastrado al cine por su padre -como el mío- se anima a sacar del desván los viejos tebeos polvorientos del Capi.

Más que suficiente.

jueves, 22 de septiembre de 2011

RESET

Prometió reincidir y, en efecto, nuestro amigo Frank G. Rubio cumple con este excelente poema... Él me contó que estaba preparando un poemario que sin duda, y conociendo al personaje, debe ser excelente. Y yo me pregunto, ¿será esto un anticipo?

Andar y ver.

Sólo los que viven para desaparecer pasan al otro lado (Nietzsche).

Suéñate noche,
Separándote del pensamiento,
Y trenza los límites
Porque
Morir es abrirse
A una fiesta infinita.

Bajo los parpados:
Un oleaje sin palabras
De imágenes divinas,
Una estancia ingente
Y sin horizonte.

También
Una abertura bajo los peldaños,
Un interior sin centro.

Sin duda:
“Vestigios psíquicos,
Agitados por la pulsión
Plutónica”
Dirán los que nada saben,
Y
Menos aún
Sueñan.

Sin miedo,
Déjate llevar
Por la negación del trance vital,
Como quien acude
A las primeras nupcias.

Guárdate de ataviar
La bella muerte
Con las huellas del día.
Ve siempre
Sin metáforas.
Palpándote en la otredad,
Donde
El cuerpo de la manada
Se diluye.

Hay un presagio
De lo mortífero
Siempre
En la ocasión del sueño,
Una envoltura de signos
Que atraviesan de raíz
El templo del alma.

Voluntad,
Luna inconstante,
Navegando en aguas
Desconocidas,
Hacia un destino ignoto,
A Ella te asemejas.

Apresúrate ya
Entre los ángulos
Por la Bien Amada,
Como las ocas salvajes
Siguen
El delirio circular
De las estaciones.

Lo esencial es pues,
Lo  demás-no-nunca,
Sumergirse
En la Oscuridad,
Rumor de insectos,
                                                                 Con un ritmo
Inexorable.

                                                        Que sólo se puede querer,
Más allá
Del Abismo:
Luz de otros días,
Perdidos y olvidados,
Soles otros
Ancestral origen.


Más allá de los viejos planetas

Ser tan sólo una sonda:

Palabra oscura

Como un pez limítrofe.