Blog de contracorrección irreflexiva sobre antiquehaceres parartísticos

miércoles, 24 de marzo de 2010

Avatar

Amigo Francis, mi hijo podrá decir acertadamente que su padre nunca ha hecho nada por él, pero no podrá quejarse de que no lo llevé a ver Avatar, por mucho que la idea me repateara las tripas.

A pesar de sus tres horas, su absurdo presupuesto y sus avances técnicos -es verdad que con las mugrientas gafas esas parecía que estabas sentado en la primera fila y que las medusillas de los cojones te rozaban el bigote... -, me pareció una películilla de tres al cuarto, infantil en el más estúpido sentido del término, con una de las peores memeces que he tenido ocasión de ver últimamente sustituyendo a esa cosa llamada guión que antes constituía una pieza sustancial de las películas.

Nos presentan una versión SF de Pocahontas, situada en un mundo en el que los alienígenas son los indios pero mucho más feos, protagonizada por un marine al que se le ofrece la posiblidad de volver a andar a través del control mental del cuerpo de uno de estos extraterrestres con el fin de que se infiltre entre ellos y facilite las esquilmación de sus recursos naturales. Para integrarse, el marine deberá pasar una serie de pruebas físicas que, con un difícilmente soportable tufillo facistoide, le dejan claro al espectador que cualquier otro bagaje personal o cultural que tuviera el a estas alturas ya dichoso protagonista, será gustamente relegado por pasar el resto de su vida viviendo en árboles y volando sobre dragones de colores.

En fin , entre que los militares son increíblemente malos, los nativos increíblemente buenos, los científicos increíblemente nobles e inteligentes y que, en última instancia, la deidad planetaria -el Manitú local- es increíblemente sensible a las peticiones de sus creyentes y les echa un cable decisivo en la guerra contra los invasores, resulta toda una experiencia haberse gastado los cuartos en ver la película de marras.

Sólo me consuela saber que el maestro Tinto Brass prepara una película guarra en 3D y que en Madrid ya se ha estrenado otra cinta que aprovecha estos avances para los quehaceres pornográficos; tomemos Avatar como un ensayo de estas técnicas emergentes destinadas a engradecer un arte mayor.



2 comentarios:

  1. La verdad, Biedma, a mi de Avatar me gustó el tema estético, que lo vi curradísimo y creo sinceramente que debió llevarse todos los oscars técnicos tipo "mejor foto", "mejor sonido", "mejor montaje" y todo ese rollo... Pero claro, no es una peli sino un supervideoclip CI-FI de tres horas carente de guión, repleto de discutibles -y chorras- moralinas ideológicas y poco más. No me extraña que la Bigelow y el Cameron estuvieran infelizmente casados: piensan igual de poco e igual de mal (porque la peliculilla de la señora, que no se si has visto, también es de traca). Que estas cosas arrasen en la meca del cine corroboran la teoría que pergeño en mi entrada sobre el Libro de Eli.

    Estoy cagado de miedo.

    Eso sí: siempre nos quedarán Tinto Brass y los rollos de papel higiénico (En 3D no sé... Igual ciertos planos no son aptos para mentes impresionables).

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  2. Sucede que los yanquis usan sus putos anteojillos 3D en la vida real.

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