Blog de contracorrección irreflexiva sobre antiquehaceres parartísticos

miércoles, 31 de marzo de 2010

PACIENTE CERO (IV)

Al otro lado de la calle, el hombre aleja un poco el teleobjetivo del vidrio empañado de la ventana. Repite la fotografía, quiere asegurarse de contar con una toma del detective médium un minuto después de que la cliente saliera de la oficina.
-          Está lloviendo -le comunica a su compañera.
-          La comida está lista -responde ella, poniendo la mesa.
-          Sujeto 4 ha salido de la oficina del detective a las 15: 23 -le dice a la grabadora; y a ella-: pues a comer, que aquí no hay más que ver.
Se acerca a la mesa ya dispuesta, se miran y sonríen, hoy es el día de la semana que tanto ansiaban, la comida es lo más importante. Los dos tienen más de setenta años. Hace un mes y medio que se conocen, el tiempo que les asignaron aquel piso frente a la agencia del detective, el tiempo que la madre de Mila encargó la investigación de las andanzas de su hija.
Ella se va a la cocina y él toma asiento ceremoniosamente.
No tiene que preguntar el menú.
Al momento, regresa la anciana con dos platos y se sienta frente a él.
Sangre.
Sangre encebollada.
Sangre humana encebollada.
Llevan toda la semana esperando aquel momento.
 Aquella sangre es lo más parecido a la carne que tanto extrañan; sienten una nostalgia inconsolable por la carne humana pero saben que deben aprender a renunciar a ella para siempre.

© del texto: Biedma & Francis P.
© de la ilustración: Tomás Giorello

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