Blog de contracorrección irreflexiva sobre antiquehaceres parartísticos

miércoles, 3 de noviembre de 2010

"Necróparis": terror entre el existencialismo y la distopía


Nuestro colega Fernando Cámara, recién llegado del cine con su maleta de cartón y  expresión rijosa, se pone de largo en la narrativa con esta novela de NGC. Ese proyecto de locos (abrir una editorial en medio de la tempestad de la crisis) que capitanea la loca de Pily B.

El hecho es que, así lo reconozco, me cuesta hablar de esta novela de Fernando y por ello le he dado muchas vueltas a esta entrada. Tanto como me cuesta hablar de las cosas que hacen mis amigos, esas personas a las que uno no les encuentra defectos y a las que, precisamente por ello, toma por amigos. Y es que Fernando y yo somos coetáneos en casi todo. En edad, en aficiones, vicios y manías lo cual nos coloca en la perfecta equidistancia pasado-presente. Somos los niños de la transición, del yogur, de la primera tele en color, del Mazinger Z en la sobremesa sabatina y del cine de barrio con programa doble de Bruce Lee. También la última generación de niños que todavía pudo jugar en la calle madrileña y, curiosamente, la última que recuerda la muerte de Franco. Somos por tanto los niños que vieron como sus padres creían y el testimonio vivo de la gran decepción que vivieron -viven- sus mayores a manos de los malversadores de sueños. Por supuesto, representamos a la primera generación de chavales españoles que pudo eludir sin esfuerzo al coco del trabajo infantil, que no ha conocido las carencias de épocas pasadas ni ha vivido jamás una guerra o sus secuelas. La gente de la Transición. Esos que de tan modernos y liberados nos hemos ido olvidando de educar a nuestros hijos como es debido.

Esos somos, en efecto, a qué negarlo. Y si lo cuento no es por gratuidad irreflexiva, sino porque todo ello está de algún modo presente en la novela de Fernando Cámara. Su primera novela (y hay que insistir en ello precisamente porque no lo parece).

Yo no soy de los que cuenta el argumento de las historias que me interesan ni tiendo tampoco a caer en el halago fácil, y por tanto no esperéis que haga ahora ninguna de ambas cosas. Pero os garantizo que si sois de los nuestros, si sois nosotros, "Necróparis" os parecerá una novela muy cercana, una historia escrita para vosotros, que habla de vosotros y con vosotros. Un relato que hace los miedos, éxitos y fracasos de una generación bandera y pretexto para un terror inteligente, cercano, reconocible, genuino y real. Posiblemente, muy real. Un cuento para la fogata del campamento, escrito sin ampulosidad, desde el criterio magro de la narración oral, tal y como se podría contar una noche en cualquier reunión de amigos: una historia de amor en la crisis de los cuarenta que mira hacia atrás y hacia delante. Que tiene mucho de nuestro pasado, de nuestro presente, de lo que somos y de lo que no queremos ser. De los errores que hemos cometido y de los que no queremos ni podemos permitirnos el lujo de cometer. Porque no hay nada tan terrible como perder aquello que amas, eso a lo que te aferras y que te define. El objeto que te has trabajado durante décadas y  que puede deshacerse en un segundo por un despiste, por una torpeza, por un error, porque la vida se te tuerce... Casi por cualquier cosa que nunca pensaste que podría ocurrir.

No hay peor miedo, al fin y al cabo, que el de no estar seguro si puedes confiar en tí mismo -o en tus sentidos- llegado el caso. Sí. La novela de Fernando es muy existencial (desde dentro), pero también y no debemos olvidarlo muy distópica (desde fuera).

A la par que nos enfrenta a nuestros miedos más arteros y peligrosos (los de Jekyll y Hyde), nos sumerge en un mundo caótico, inverso, que se subvierte. El mundo en el que los de abajo -el lumpen- se organizan,  se arman, se revolucionan, luchan por su pedazo del pastel y lo obtienen. El mundo invertido -quizá el de un futuro próximo- en el que nosotros, los ordenados, bien mantenidos y alimentados, bien organizados, bien servidos, los de arriba en suma, tal vez corramos el riesgo de convertirnos en los desposeidos. En los de abajo porque siempre tiene que haber alguien por debajo. Siempre. Al fin y al cabo todos nosotros, los niños que nunca han tenido que partirse la cara con nadie para comer, los que hemos crecido en el bálsamo de los derechos adquiridos sin lucha, del bienestar sin combate, ¿seríamos capaces de vencer en la pelea a los que han hecho de la necesidad virtud?

Pensadlo bien antes de responder. Fernando Cámara ya lo ha hecho, y os aseguro que da miedo.

Mucho miedo.

8 comentarios:

  1. Joderrr, Paco... Me dejas sin palabras ¡y con lágrimas! Creía que era mi cuento, pero resulta que, como decíamos en el recreo, es ¡por mí y por todos mis compañeros!

    En fin, tío, que te has ganado tu Mazinger de puro plástico. Coming soon!

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  2. Hermano Biedma, mil gracias por tu presentación en vivo. ¿Seguro que hablabas de mi novela? Pienso leerla y comprobarlo. Un abrazo en nuestra cercana distancia.

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  3. A pesar de que me pilla a desmano vuestra generación, me parece muy interesante lo que cuentas, sin contar nada. Me lo apunto. Gracias.

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  4. Fernando, hermnano, pocas veces me he sentido tan cómodo presentando una novela tan recomendable junto a un escritor tan amigo. Cuando quieras, repetimos.

    Francis, muy muy bien traído.

    Enea, estamos a la espera de tu crónica del festival de Donosti.

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  5. Calla, calla Biedma que la cosa está calentita. Ayer nos prohibieron la proyección de Serbian Film por medidas cautelares desde el juzgado nº4 de Donosti. Tuvimos debate en lugar de película. La semana que viene cuando haya dormido más de 4 horas seguidas, prometo hacer repaso de lo que hemos visto y lo que no nos dejaron ver.

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  6. Más que nunca me apetece participar en vuestro festival y en vuestra lucha. Espero noticias.

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  7. Muy mala se está poniendo la cosa en este país nuestro, Enea.

    Yo entiendo que ser meapilas, prohibicionista, políticamente correcto y rompepelotas son manias tan respetables como cualquiera otras del elenco. El problema surge cuando el rompepelotismo, el prohibicionismo, la corrección política y el meapilismo, se instalan en juzgados y parlamentos como está sucediendo en España.

    Entonces nos adentramos en los nefastos terrenos de la censura, el pensamiento único y la vejación de las libertades.

    Cerca de cuarenta años de democracia para llegar a esto. Te cagas.

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  8. Déjalos que actúen, Francis. Así nos dan una razón para vivir.

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