Blog de contracorrección irreflexiva sobre antiquehaceres parartísticos

domingo, 11 de julio de 2010

Juan Hernández Luna


Ayer murió Juan Hernández Luna, justo al inicio de la 23ª Semana Negra, con la que estaba tan vinculado; como no debo reconocer que creo en poderes superiores, tendré que aceptar que se trata de una casualidad; tampoco lo conocí lo suficiente como para extraer paralelismos ni conclusiones, así que a lo mejor sería conveniente no decir nada o esperar a encontrarle algún sentido, pero ya no puedo seguir dejándolo para más adelante.
Aunque coincidimos en tertulias, librerías y carpas, sólo hablé directamente con él una vez, el día que ganó su segundo premio Hammett en Gijón; nos cruzamos en un ascensor, me agradeció mi felicitación mirándome a los ojos, los dos con algo más que decirnos, pero lo dejamos para más adelante.
Cuando leí su espléndida Cadáver de ciudad, me di cuenta de que pertenecíamos a la misma reducida parentela literaria, y comprobé que los dos habíamos nacido en 1962, e incorporé una cita suya a mi novela El imán y la brújula y, aunque sabía que era obligatorio hacerlo, no se lo dije. Lo dejé para más adelante.
En otra ocasión estuve a punto de traerlo a España, a la Semana Gótica de Madrid; lo urdimos todo contando con que él daría su consentimiento -tan enredados en otras cuestiones que dejamos para más adelante el momento de comentárselo-, pero la cosa se malogró y él no llegó a enterarse.
Siempre tuve ganas de entrar en contacto con él, me encuentro con muy pocos escritores en los que me reconozca, por suerte para ellos, pero cuando ambos coincidimos en Diez Negritos, di por supuesto que tarde o temprano coincidiríamos en alguna clase de foro, quizás cuando publicara su seguro que interesantísima entrega del Cadáver Asqueroso. Y lo dejé para más adelante.
Lo recuerdo, elegante y lejano, sentado con su traje negro en el escalón de un portal, respondiéndole a un periodista a través del móvil, hablando del apocalipsis.
Ahora ya no está y ni siquiera puedo acogerme a la estúpida candidez de pensar que me está leyendo desde otro sitio; sigo teniendo cosas que decirle, pero ya es demasiado tarde.

3 comentarios:

  1. Lamentablemente, no tuve el gusto más allá de sus interesantes letras, querido Biedma. Pero si tu te reconocías en él, estoy seguro de que yo también lo habría hecho.

    Descanse en paz.

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  2. Tengo la teoría, quizá triste, de que nuestra cosecha, la del 62, fue por un lado trágica, y por otro no sé. En España. La transición adolescente, el sexo en los quioscos, el afán de libertad y sus consecuencias, compartirlo todo, el sexo en las calles, las drogas, el Sida, los ochenta... Quedamos pocos, me atrevo a decir. Supervivientes.
    Un saludo.

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  3. A veces llego a pensar que por éso sentimos cierta prisa al escribir. Por sentir que se nos acaba el tiempo y se nos vá la posibilidad de expresarnos eternamente ante nuestros venideros ,para bien o para mal.
    Me hace gracia que Iliana diga que quedan pocos supervivientes del 62.
    Ése año en particular lo recuerdo en un momento de la carretera París-Macon a 200 kilómetros por hora. En 68 vimos la revolución del amor libre y la posibilidad de un mundo de amor y paz que el sistema se encargó de aplastar. Hoy por hoy las masas son controladas con pericia y manipuladas por los mercados. Hace falta regresar a la época del individuo con mente propia, vivimos sofocados por tanto zombie.

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