Blog de contracorrección irreflexiva sobre antiquehaceres parartísticos

lunes, 19 de abril de 2010

PACIENTE CERO (V)

La vida en el correccional no había sido mala para Juanito. Cómo iba a serlo para ese niño tan guapo y tan bueno que tenía loquitos a todos los celadores hasta convertirse en el ojito derecho del director de la institución. Y lo mejor de todo era que allí nadie cuestionaba su singular alias porque, de hecho, no eras nadie sin no tenías uno.
Había. Es lo que tiene el pasado, que por calamitoso que haya sido siempre nos parece mejor cuando el presente no marcha.
Y a Fear no le marcha. Porque hoy esta acorralado en el cuarto de las basuras y tiene enfrente a dos adolescentes politoxicómanos, más grandes, más fuertes, más brutos y dispuestos a merendársele el virgo.
- Cara a la pared -vocifera el mayor, que lleva claramente la voz cantante-, y abajo los pantalones o te envaino el pincho en las tripas.
- Sí… Sí, abajo –. Balbucea el compañero compungido por el ansia de la calentura entretanto se tantea la bragueta.
Fear obedece despacio, sin parecer asustado. En su rostro hay dibujado un gesto de fatalidad convencida. Las cosas tenían que ser así y así hay que asumirlas. Se agacha excesivamente, forzando el gesto de manera antinatural, y se entretiene más de la cuenta cuando llega al dobladillo. El otro, furibundo de ansia y malicia no se ha percatado del detalle y tampoco está para filigranas racionales. Simplemente se le echa encima y empieza a tironearle de los calzoncillos. Se siente tan fuerte, tan dueño de la situación, que incluso prescinde del estilete. Ya lo ha hecho muchas veces antes y nunca ha tenido problemas una vez llegados a este punto de la vejación. Cuando ceden, ceden.
Pero siempre hay una primera vez, especialmente para los problemas.
Ocurre que hoy la víctima se revuelve como un gato y el presunto violador cae de espaldas más por el susto que otra cosa. Fear se abalanza sobre el caído. El tercero en discordia, acojonado ante la rabiosa reacción de la presa -o tal vez por la desfigurada cara de zumbado del chaval- encaja los costillares en un rincón de la minúscula habitación y está a punto de orinarse encima. O de cagarse, que con tanta tensión en el ambiente no sabe bien qué esfínter aflojar primero.
Ahora Fear, sentado a horcajadas sobre el pecho del presunto, le ha puesto sobre el párpado inferior del ojo derecho el trozo de cristal que ha estado dos días afilando sobre el asfalto rasposo de la cancha nueva de baloncesto. Presiona. Despacito. Hasta que una gota escarlata y reluciente se le desliza rápida por el pómulo.
- ¿Lo ves?
- Lo veo -. Gime el otro.
- Pues ya no lo ves.
Mientras el recién tuerto aúlla de dolor, su agresor, sin liberarle, observa con detenimiento el ojo ensartado en el cristal. Le resulta sorprendente la viscosidad del humor vítreo al deslizarse por el filo del arma improvisada. Pasa así un par de minutos. Luego se gira hacia el otro, que nunca ha visto antes cosa semejante y todavía se sujeta las arcadas con la punta de los dedos sobre la boca.
-¿Te doy miedo? -. Le dice de repente con una sonrisa que muestra dos filas de dientes perfectamente alineados.
-Mogollón.
-Ajá pedazo de burro. Mucho fear.

© del texto: Biedma & Francis P.
© de la ilustración: Tomás Giorello.

1 comentario:

  1. Mooola :) Me encanta tener rinconcitos como éste.

    "Pero siempre hay una primera vez, especialmente para los problemas" genial!

    Saludos

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