Blog de contracorrección irreflexiva sobre antiquehaceres parartísticos

lunes, 3 de enero de 2011

Año nuevo, viejos papeles

Amigo Biedma, que David G. Panadero haya publicado una novela no es cosa que nos sorprenda a ninguno de los dos –bien lo sé-, entre otras cosas porque David se pasa la vida escribiendo y, de tanto escribir, era cosa lógica que tarde o temprano nos pariera en largo. Tampoco nos sorprende, claro, que esa novela, “Los viejos papeles”, sea un homenaje a nuestras queridas novelitas de a duro, pues David es seguramente una de las personas que más tiempo ha dedicado a conocerlas y estudiarlas; uno de los tipos que en este país nuestro saben más de ese material manoseado, amarillo, pulp, que es tan patrio; uno de los hombres que más saben de la vida y obra de los inefables escritores que se escondían tras aquellos rimbombantes seudónimos… Curtis Garland, Clark Carrados, Silver Kane, Keith Luger...

Tipos éstos –te lo digo ya, hermano Biedma- a los que yo aprecio en lo que valen pues fue con ellos, y con mi abuelo Amancio, devorador impenitente de novelas de a duro y profundo conocedor de todos los recovecos de la literatura de don Marcial Lafuente, que yo, de niño, me fui adentrando en ese proceloso mundo adulto de los libros sin estampas… Pero antes de sucumbir a la memoria intempestiva y confusa de mi niñez, te hablaba de otra cosa –del estudiar y el conocer de nuestro David. Tareas que dejan poso, generan pulsiones e imprimen necesidades a las que el tiempo siempre acaba dando paso de un modo u otro.
Créeme Biedma, y ahora es el profesor y no el amigo quien se permite por una vez la licencia de aparecer: el saber de algo es una sed de ese tipo peculiar, extraño, que sólo entra, crece y se percibe cuando se antes se ha bebido. Y mucho, me consta, ha bebido David G. en este remanso de la -¿pequeña?- literatura de quiosco. Tanto que sus viejos papeles, que nos llegan de la mano de la editorial NGC ficción, inician incluso una colección con pinta de a duro (buen trabajo, Felideus), de formato breve, conciso, como al autor le gusta porque de eso él conoce.
Todo esto ya lo sabemos, amigo Biedma. Claro que sí. Tú, yo, y los muchos que conocemos y apreciamos al gran David G. Panadero por ser quien es, por hacer las cosas que hace y por el modo en que las hace. Lo que no podíamos pensar quienes nos enfrentamos a la aventura del nacimiento, expansión y publicación –llena de azares y controversias como es normal entre humanos- de la historia que se relata en “Los viejos papeles” (y de la que, como es mi costumbre, no pienso dar ni media pista), es que David, ese tipo grandote, con voz de trueno y manos de aizkolari que uno tiende a imaginarse cascando cráneos sin piedad en la puerta de una discoteca, se iba a sumergir en un relato sensible, de geografías emocionales y deudas sentimentales que se desgranan a lo largo de sus páginas sin caer en la tentación del melodrama barato.
Es cierto. No deberíamos sorprendernos de ello cuando las mejores baladas están siempre en los discos de heavy-rock y, muy posiblemente, las páginas más emotivas que uno pueda disfrutar en las plumas salvajes, indómitas e indisciplinadas de gente como Capote, Faulkner o Mailer. ¿Qué otra cosa esperar entonces del temperamento de un fan convicto y confeso del gran Lucio Fulci como lo es David?... Pues la caricia dulce por insinuada de “Los viejos papeles”, querido Biedma. Una hermosa novela, pequeña, jugosa, medida, magra en la expresión pero profunda en contenidos, que habla mucho y bien de su autor (y de quien le edita por cierto), de quién es, de sus porqués. Bonita para leerla y pensarla. Una novela que me recordó –que me recuerda- por qué soy amigo, mejor diré somos, de David G.
Para releerla y repensarla.
Para iniciar el año nuevo, creedme todos, mejor papeles viejos.

2 comentarios:

  1. Extreme raw thanks!!

    Ahora que se ha publicado la novela, dedico más tiempo a estar en las discotecas de VK, jejejeje

    Abrazos y feliz año,
    David.

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  2. Hermano, bien dicho y bien medido: a David, a partir de ahora, también lo querremos por sus novelas.
    Espero que se decida a escribir esa autoentrevista que le hemos pedido para saber qué opina de su desvirgue editorial.

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