Blog de contracorrección irreflexiva sobre antiquehaceres parartísticos

lunes, 22 de noviembre de 2010

PACIENTE CERO (y XIV)


Ya nada era igual. O más bien habría que decir que todo resultaba extrañamente distinto. Es lo que ocurre cuando se rompen las mecánicas de la vida diaria, que se descubren los absurdos que reposan a la sombra de todo y se aprecia en su justa medida la tranquila estupidez de las rutinas.

El desasosiego ante un mensaje incomprensible, parte de un extraño rompecabezas que se sentía obligada a recomponer, se había apoderado de Mila hasta quitarle el sueño, el apetito, incluso el sentido común. Entretanto, la fotografía que había guindado en el chamizo del jardinero ocupaba por completo la mente de Fear al punto de que sus paseos nocturnos al cuarto de la chica se habían reducido drásticamente. Ahora, a poco que tenía la ocasión, dormitaba en el jardín, bajo la sombra del olmo centenario, sobre la tierra removida que ocultaba los huesos del Tuerto. Absorto en aquella instantánea que debía, sin duda, esconder un terrible misterio pues así se lo manifestaba insistente su intuición perversa. Evaristo, el imbécil desorejado por andarse en líos que debían superar con mucho su precaria inteligencia, seguía en el hospital bajo los designios del coma inducido por el tremendo traumatismo craneoencefálico. Los médicos torcían el gesto y miraban al techo cuando se les pedía un pronóstico. Y mami ya no era mami. O lo era todavía menos que antes del óbito. Tras enterarse del desastre económico en el que había quedado sumida la familia a causa de las malas inversiones del cabrón de su esposo, se encerró en su cuarto con varias cajas de botellas de ginebra. Ahí llevaba una semana y hacía dos días que no daba señales de vida. Ni arcadas se escuchaban ya del otro lado de la puerta. Existían, pues, razones de peso para suponer que finalmente había reventado. Cualquier cosa excepto soportar la pública afrenta de la pobreza.

Es Fear quien harto de darle vueltas a la cabeza penetra en el dormitorio de Mila dispuesto a encontrar una resolución, sea cual fuere. La encuentra sentada en la cama, con un enorme atlas abierto de sobre el regazo, oscilando entre los dedos aquella jodida caja que le ha robado el sueño. Él no dice nada porque de repente algo se enciende en su interior y comprende que no hay nada que decir. Simplemente ofrece a la muchacha la foto sobada del cementerio. Ella la recoge lánguidamente. La mira durante un par de segundos. Sonríe al vislumbrar en el fondo de su mente algo parecido a un horizonte tras tanta tiniebla inútil.

-Esta foto se hizo en Tomelloso -. Dice Mila.
-O en Colliure.
-O la historia empieza en Tomelloso y termina en Colliure...
-Pues vamos.
-¿Y mi hermano?

Fear no contesta. Simplemente, muy serio, dirige sus ojos hacia la ventana. Mila alza la cabeza y escruta el jardín a través del cristal. Cuando se fija bien advierte que la tierra bajo el gran olmo ha sido removida de nuevo.
-Fear... –susurra ella esbozando un gesto a medio camino entre la tristeza y la comprensión.
-Ajá.

© Biedma & Francis P.
NOTA DE LOS AUTORES: Con esta entrega finalizamos la primera parte de Paciente Cero e interrumpimos su publicación en El Subcultural. Aunque todavía no tenemos claro si su continuación tendrá lugar en este blog, en forma de novela o en algún otro formato, sí parece más que probable que terminaremos respondiendo al reclamo de los personajes y de los lectores para continuar la historia desde el punto donde ahora la dejamos. Hasta entonces.

3 comentarios:

  1. Mantenedme informada sobre la continuación de Paciente Cero, sea cual sea la forma que tome, me encantaría seguirlo.

    Abrazos

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  2. Calma, amigos, que esto seguirá en algún momento. Cuando lo pensemos y repensemos porque hay una vorágine de ideas con las que seguir adelante.

    Fear volverá. Fijo.

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