Blog de contracorrección irreflexiva sobre antiquehaceres parartísticos

lunes, 10 de mayo de 2010

PACIENTE CERO (VI)


La secretaria del detective médium, Granada, llevaba tres anillos de plata en cada dedo. Nunca llevaba los mismos dos días seguidos. Parecía una mezcla de gitana con bruja asiática. A sus casi sesenta años mantenía las tetas en permanente estado de alerta. El labio superior ligeramente húmedo. No podías imaginar un vicio para el que no estuviera adiestrada.
La noche de la sesión espiritista no había tormenta.
Pero bastaba con Granada para convertir la estancia en el lugar más ominoso del mundo.
Agotadas todas las vías convencionales de investigación, la cliente de hoy, una nonagenaria dueña de varias carnicerías, se había empeñado en el que el detective indagara entre los muertos lo que no había encontrado entre los vivos: el paradero de su hermana, a la que quería localizar antes de ingresar ella misma en ese otro barrio que vislumbraba a la vuelta de la esquina.
Cuando las recibió, el titular de la agencia dedicó un buen rato a las instrucciones y las advertencias. Ahora nadie hablaba. Todo estaba dicho.
La carnicera y las dos nietas que constituían su escolta, esperaban que el detective y su ayudante terminaran con los preparativos. La fórmula habitual era colocar una foto del desaparecido en el centro de la camilla ouija dentro de un sobre cerrado.
Pero esta era la noche que Granada había elegido para, con un hábil quiebro de sus dedos blindados de plata, sustituir el sobre con la foto de la hermana de la anciana por el del hombre Sin Nombre que buscaba desde hacia treinta años y cuyos pasos le habían llevado a conseguir aquel empleo.
Por fin, con una estúpida reverencia, el detective médium se sentó a la mesa, se acaricio la ridícula barba y dio comienzo a la sesión.
La cliente, sus nietas, la secretaria y el hombre apoyaron los dedos sobre el sobre con la foto que haría las veces de guía. A las tinieblas les correspondían el resto del trabajo.
-          ¿Habéis visto a este desaparecido? -interrogó a nadie el detective.
El sobre se desplazó hasta la palabra SÍ.
-          ¿Está con vosotros?
Otra vez que sí.
-          ¿Dónde estuvo la última vez antes de cambiar de dimensión? -El tipo se animaba, engolaba la voz, apenas reprimía una sonrisa de satisfacción, le miraba el escote a su secretaria.
El sobre empezó a deslizarse con tanta rapidez que los dedos apenas podían seguirlo; la secretaria tomaba notas en un cuaderno con la mano izquierda hasta completar las palabras el fantasma de la ópera.
-          El fantasma de la ópera... ¿En el teatro? -volvió a preguntar el médium.
Otra vez se movió el sobre, vertiginoso. No necesitó leer sus notas la secretaria para saber que había escrito un burdel.
Todos sabían que la hermana desaparecida de la nonagenaria era dos años mayor que ella; cuando leyó las dos palabras escritas por la asistente, se desplomó sobre la mesa. El detective se levantó para encender la luz y airear la habitación. Las nietas se peleaban por dilucidar a cuál de las dos correspondía llevar hoy la cafinitrina en el bolso. Convencido de que ninguna de ellas había echado mano del medicamento, el detective agarró el auricular del teléfono para marcar con aire de fastidio el número de emergencias.
Entre tanto ajetreo nadie reparó en la expresión de odio que contraía los rasgos de piedra de la asistente.

© del texto: Biedma & Francis P.

3 comentarios:

  1. Hay enigmas que es mejor dejar en el aire, las teorías fantasiosas suelen ser mejores que la cruda realidad jajaja.

    Hablando de realidad y fantasía, Biedma si te cuento lo que me ha ocurrido hoy con tu "Manuscrito de Dios", no te lo crees jajajaja

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  2. Enea, no me dejes así... ¿prefieres que te dé mi correo para contármelo confidencialmente?

    Besos

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  3. Pásate por mi blog si quieres, todavía me estoy riendo. Por cierto tu manuscrito es la bomba. Últimamente que estaba yo tan moñitas echaba de menos algo más de acción y sangre entre mis manos xDD

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