En cuanto desaparece su cliente, su nueva ayudante se materializa.
El detective médium tiene veintiocho años tres meses y doce días; según su ficha, su ayudante tiene cincuenta y nueve años, un mes y siete días; no quiere calcular la diferencia de edad, pero aunque la que acaba de salir es lo que cualquiera entiende por una mujer hermosa -una rubia cosmética remodelada en el quirófano y el gimnasio- de unos treinta y tantos, es su asistente la que le mantiene en permanente estado de excitación desde que la contrató.
Intenta no mirar a la mujer, más que morena oscura, mientras recoge el vaso y la botella de agua mineral que ha dejado su cliente; intenta no aspirar su olor, no imaginar dónde podría hurgarle con aquellos dedos llenos de anillos de plata.
Cuando sale de la sala, necesita ponerse en pie y acercarse a la ventana para despejarse, se lleva el teléfono inalámbrico y marca un número que no ha querido registrar en la agenda.
- Acaba de irse -informa cuando descuelgan sin palabras.
- ¿Ha notado algo? -al fin una voz; neutra.
- Nada. Completamente convencida. Quiere que siga.
Está empezando a llover. Los transeúntes aceleran y el tráfico se detiene. Un música, atonal y creciente, asola el barrio de Salamanca como una mala banda sonora de algún mal documental sobre algún tema asqueroso y cotidiano.
© del texto: Biedma & Francis P.
© de la ilustración: Tomás Giorello.
Empujad al viento a la corriente de Ma!!
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