Blog de contracorrección irreflexiva sobre antiquehaceres parartísticos

domingo, 21 de febrero de 2010

PACIENTE CERO (II)


- Se acuestan -abre el detective médium.

- ¡Tiene quince años! -la cliente, menos alarmada que reflexiva.

- Se acuestan -cierra.

Su condición de médium es puramente accesoria; el detective privado la mira preguntándose como una mujer de su atrincherada casta socioeconómica se ha decantado por un profesional de tercera como él.

- Se acuestan -sentencia.

Y como sigue percibiendo la duda en los ojos de su cliente, gira el ordenador portátil para que pueda verificar en la pantalla como su hija Mila despieza con un cunnilingus a su profesora de sociales del que por su expresión tardará siglos en recuperarse.

La madre de Mila se embebe de las veintidós pulgadas de habitación sórdida, de adolescente viciosa y de profesora madura transportada, con más aspecto de iniciada que de iniciadora, pero no parece encontrar lo que busca, así que vuelve a girar el ordenador de cara al detective.

- Debería denunciarla a las autoridades -sugiere él.

- Debería apadrinar a un puto niño del tercer mundo, debería usar preservativos cuando me la meten los desconocidos, no debería haberles administrado anfetaminas a mis hijos para que no me molestaran por las noches, pero no siempre hago lo que debo.

El detective es consciente de que la gente contrata a la gente de su profesión no sólo para desentrañar enigmas sino para contar con alguien a quien insultar y humillar como desahogo ante los reveses de la vida; acepta esa parte de sus funciones con desapego y un punto de satisfacción masoca.

La mujer se pone de pie. Observa con asco la oficina como si no la hubiera visto antes. Se detiene en la mesa de camilla circular decorada con los caracteres de una tabla ouija que el dueño utiliza como escritorio. Recorre los cuadros de viejos cabalistas repartidos por las paredes en penumbra. Piensa.

- ¿Entonces...? -Él; tímidamente.

- Entonces recuerde que la masturbación produce ceguera, sobre todo en aquellos casos en los que nos sacan los ojos. Siga haciendo fotos hasta que yo le diga que pare.

© del texto: Biedma & Francis P.

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