Querido Francis, amigos, tenemos relato en esta nueva antología negra que cuenta con muchos amigos, mucha profilaxis criminal y toda la irreverencia.
Asesinatos Profilácticos
Antología del relato negro IV
Ediciones Irreverentes
Edición y prólogo de Santiago García Tirado
Las historias más negras y criminales. Una joya de la Literatura Negra; asesinatos hermosos, crímenes que logran recuperar el equilibrio del
mundo, otros con sabor a justicia y poesía, o a venganza. La ciudad atravesada por historias violentas.
Guillermo Orsi, Willy Uribe, Jerónimo Tristante, Miguel Ángel de Rus, Juan Ramón Biedma, Cristina Fallarás, Raúl Argemí, Pedro de Paz, Carlos Augusto Casas, Andrés Fornells, Manuel Villa-Mabela, Álvaro Díaz Escobedo, Daniel Barredo, Kalton Harold Bruhl, Joseba Iturrate, José Luis Ordóñez, Isaac Belmar, Carlos Salem, Joaquín Lloréns, Julio Fernández Peláez, Teresa Galeote, Emilia Luna, Manuel A. Vidal, Alberto Castellón, Iván Teruel, J. Manuel Fdez Argüelles, Manuel Gómez Gemas. Los mejores autores negros del momento presentados por el responsable de la edición, Santiago García Tirado. Ni en Chicago años 30 nació una generación así.
Asesinatos profilácticos es la más reciente continuación de las tres Antologías del Relato Negro publicadas hasta el momento. Estamos antes el mejor elogio de la venganza como justicia y como acto estético, un libro vanguardista, irreverente, que niega las grandes palabras e incita a los hechos. El lector de todas las sociedades ha sentido fascinación por la sangre; la novela negra se ha presentado como un elemento aleccionador contra la enormidad en épocas de puritanismo; y en épocas de libertad moral, como una muestra del ser primitivo y libre que vive en nosotros. En esta antología negra se hacen propuestas al lector que le incitan a acabar con el orden establecido de sus ideas, liberar sus represiones.
martes, 29 de noviembre de 2011
miércoles, 23 de noviembre de 2011
Antirresurrección... El futuro ha venido
[Amigos, convencido como estoy de que esta novela de zombis es la mejor que se ha escrito -y se escribirá- en este país durante mucho tiempo, recupero del blog de "Revista Prótesis" -grácias David G.- la recensión que publiqué allá a poco de su salida al mercado. Francamente, creo que no podéis perderosla, ni debéis, ni me da la gana. Insisto. Y por eso os empujo otra vez a la boca del infierno, a las entrañas del tugurio, a la carne muerta, al olor a podrido. Al comienzo del final].
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Pues no. Te confundes por completo. La última maravilla de Juan Ramón Biedma no es una simple novela de zombis al amor de “lo que se lleva”. Y si lo piensas es que o bien no le has leído nunca, o bien has cometido el craso error de minusvalorar su inmenso talento. Una novela de Juan Ramón Biedma nunca es “otra más”.
Claro que sí. Hay muertos vivientes –concepto contradictorio este donde los haya, ¿eh?- por doquier, y sangre a raudales, y desmembramientos colectivos que harían enmudecer al más aguerrido fan del gore, y asesinatos en masa, y una constelación de personajes atormentados por el asco de vida que les ha tocado padecer… Los tópicos del género que se suele decir. Lo mismo que en las películas de Romero y Fulci, igual que en el ya célebre comic de Kirkman y su desafortunada adaptación televisiva. Pero no es esto lo único que hay en “Antirresurrección”. De hecho, todo eso es lo menos importante cuando, a la hora de la verdad, lo que prima en la última novela de Juan Ramón Biedma es una extraordinaria trama policíaca, un argumento de novela negra excelente y pleno de tensión que habría funcionado con la misma eficiencia en cualquier otro contexto. Una joya.
Si algo caracteriza a Biedma aparte de su enorme talento como escritor es, indudablemente, su capacidad inagotable para dar siempre una vuelta de tuerca más… Su habilidad para sorprender al lector cuando ya parece imposible es, justamente, el rasgo que más admiramos en él sus seguidores. Con Biedma nunca sabes a qué atenerte porque nunca hay reglas inviolables. Porque siempre hay un adjetivo más. Una comparación más. Una hipérbole que va más lejos. Es maravillosamente impredecible. Puede y sabe más allá de todo y de todos. Y por eso, cuando todos los que se esfuerzan en escribir sobre zombis hacen simplemente novelas de zombis -¿qué otra cosa?-, él gira, retuerce, esquiva, dribla, y hace una novela de cadáveres andantes en la que los muertos, pese a inundarlo todo, pese a la importancia de su presencia impositiva, son lo menos relevante. Apenas un elemento más, equidistante, del paisaje. Otra circunstancia, asquerosa y tremebunda, claro, en un mundo que sería igualmente asqueroso y tremebundo sin fiambres pudriéndose entretanto caminan tambaleantes por ahí prestos a deglutir a todo zoquete confundido que se les ponga por delante.
Si algo caracteriza a Biedma aparte de su enorme talento como escritor es, indudablemente, su capacidad inagotable para dar siempre una vuelta de tuerca más… Su habilidad para sorprender al lector cuando ya parece imposible es, justamente, el rasgo que más admiramos en él sus seguidores. Con Biedma nunca sabes a qué atenerte porque nunca hay reglas inviolables. Porque siempre hay un adjetivo más. Una comparación más. Una hipérbole que va más lejos. Es maravillosamente impredecible. Puede y sabe más allá de todo y de todos. Y por eso, cuando todos los que se esfuerzan en escribir sobre zombis hacen simplemente novelas de zombis -¿qué otra cosa?-, él gira, retuerce, esquiva, dribla, y hace una novela de cadáveres andantes en la que los muertos, pese a inundarlo todo, pese a la importancia de su presencia impositiva, son lo menos relevante. Apenas un elemento más, equidistante, del paisaje. Otra circunstancia, asquerosa y tremebunda, claro, en un mundo que sería igualmente asqueroso y tremebundo sin fiambres pudriéndose entretanto caminan tambaleantes por ahí prestos a deglutir a todo zoquete confundido que se les ponga por delante.
Antirresurrección es una novela negra, con una trabajadísima trama argumental repleta de recovecos harto sorprendentes, ubicada en un futuro apocalíptico que perfectamente puede ser el que nos toque vivir mañana. En un futuro posible –que será una porquería absoluta en la medida que el mundo actual no invita precisamente a creer en utopías- los vivos y los muertos comparten espacio. Y los vivos siguen con sus cuitas, sus rollos, sus crímenes, sus trabajos mal pagados, sus engendros políticos, sus manipulaciones, sus miserias, sus vidas vulgares e irrelevantes, sus circunstancias peculiares, sus emociones descontroladas, sus ambiciones ridículas, sus batallitas, a pesar de todo. O precisamente a causa de todo. Por todo. La idea es tan simple como preguntarse –y responderse- qué pasaría si en el mundo, además de todo lo que hay, hubiera zombis. Qué ocurriría si hoy, ahora mismo, los muertos regresaran.
Conviene que os vayáis olvidando del rollo Soy leyenda. De las calles vacías, repletas de coches abandonados y silencio, de los comercios vacíos. Esa movida construida para atemorizar una generación que vivía sumida en la paranoia de la Guerra Fría y que, por ello, todavía creía que el holocausto nuclear sucedería diez minutos después de cualquier cosa. Ni caso. Si en el mundo hubiera zombis sucedería simplemente que estarían ellos, y nosotros, y habría que compartirlo bien fuera de mala gana evitando, en la medida de lo posible, que nos dieran un mordisco en el trasero. Biedma lo entiende, lo sabe y lo cuenta… Y yo le creo porque me parece lógico, coherente y aceptable.
No esperéis errores en el texto de Biedma. No hay fraudes y tampoco argucias tramposas para confundir al lector. Ni se trata de explicar porque los zombis existen –igual que tampoco hay por qué explicar la razón de la existencia de los carteros o de los funcionarios. Simplemente son. Están. Funcionan y así hay que tomarlo. Tampoco hay finales felices o falsas esperanzas porque cuando el mundo es una mierda, no puede haberlas y sería de tontos inventárselas. Quienes habéis leído a Juan Ramón Biedma –que vive sumido en sus misterios de sabor gótico- sabéis que en sus radicales historias no caben los opios del pueblo. Solo la literatura, la magia de la palabra desplegada por doquier, una inundación de arte.
Antirresurrección es una novela transgresora y salvaje que marcará tendencia y que hará a muchos supuestos escritores “de género” –me incluyo el primero, quede constancia- replantearse su futuro profesional. Muy difícil va a ser escribir sobre determinados temas a partir de ahora. Una perla esta novela que bien harán sus publicantes en manejar con cuidado y mimo para no negarle el derecho –bien merecido- a ser todo un superventas.
El futuro ha venido… No digáis que nadie os lo advirtió.
miércoles, 2 de noviembre de 2011
"Te lo cambio por el de Tintín"
Hermano Biedma, ese fue uno de los leit motif de mi adolescencia: "te lo cambio por el Tintín".
Todos sabían que yo era -mejor, soy- un ávido lector de cómics lo cual me convertía en víctima fácil para esta tipología del regalo en cualquier especie festiva. Y así, entre unas cosas y otras, entre compras de paga dominical y dádivas diversas, iban cayendo por casa los Asterix, y los Spirit y los Marvels, y estos, y los otros... Y, claro, los de Tintín que yo nunca compré, pero que siempre hubo alguien que quiso homenajear.
El problema, claro, es que el tal Tintín me ponía enfermo. Malo malísimo de puro dolor de estómago. Me resultaba repipi, sínsolo, aburrido, blando y encima no me gustaban los dibujos. El resultado, hermano, es que a poco que podía permitírmelo y en cuanto algún amiguete tenía por ahí algo más de mi agrado, ¡zas!, "te lo cambio por el de Tintín".
El problema, claro, es que el tal Tintín me ponía enfermo. Malo malísimo de puro dolor de estómago. Me resultaba repipi, sínsolo, aburrido, blando y encima no me gustaban los dibujos. El resultado, hermano, es que a poco que podía permitírmelo y en cuanto algún amiguete tenía por ahí algo más de mi agrado, ¡zas!, "te lo cambio por el de Tintín".
Lo peor era que colaba sin que yo fuera capaz de entenderlo. Casi todo quisque se pirraba por el Tintín ese al que yo no le veía el chiste por sitio alguno. El hecho, hermano Biedma, es que así fue creciendo mi colección particular de suerte exponencial porque como los tintines que me caían por doquier -a los adultos siempre les vino a parecer el enano atontado éste la tira de educativo y de simpático- venían encuadernados en bonito y eran caros, pues se cotizaban bien y los intercambios resultaban sustanciosos.
Mi vida sin Tintín. Así es. Pero en mi vida también está Spielberg y como no le perdono una y a mi familia le va la marcha, trago con estas "Aventuras de Tintín" que resulta que están muy divertidas, superentretenidas y la mar de bien realizadas. ¿Te sorprende? Pues no te sorprendas, hermano, que todo tiene explicación. Lo maravilloso de este Tintín spielbergiano es que no es el reporterillo pedante del Hergé, sino Indiana Jones disfrazado... y, claro, el gran Indy sí que mola. Mogollón. Quiero suponer, por tanto, que a los fans sempiternos y puretas del nene del perrito esta película no les hará mucha gracia, razón por la que seguramente a mi me ha parecido tan bien y por la que, de paso, se la recomiendo a nuestros seguidores más iconoclastas y menos amanerados.
¿Es posible Tintín sin Tintín? Lo es, y encima resulta mejor que con él.
¿Es posible Tintín sin Tintín? Lo es, y encima resulta mejor que con él.
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